sábado, 31 de mayo de 2008
QUIEN TE HA VISTO Y QUIEN TE VE 10. SOLUCIÓN.
jueves, 29 de mayo de 2008
lunes, 26 de mayo de 2008
QUIEN TE HA VISTO Y QUIEN TE VE 10. NIVEL: DIFÍCIL EXCEPTO PARA JUANMA, JAJAJAJAJAJ.
A ver si os lo curráis un poco. Lo dejaré hasta el final de la semana. ¡Suerte!
jueves, 22 de mayo de 2008
LO TUYO ES PURO TEATRO. Capítulo 8. Madrid: la otra cara.
Pocas horas de agonía después, me fui a trabajar, molida y con la cabeza a punto de estallar. Cuando emergí de la boca del metro, me di de bruces contra el Campamento de la Esperanza, porque me había equivocado de parada y en vez de bajarme en Santiago Bernabéu, lo había hecho en Cuzco, que quedaba a pocos metros.
Los trabajadores de Sintel, ex filial de Telefónica, llevaban cuatro meses acampados en el Paseo de la Castellana, frente al Ministerio de Economía, como protesta por el fraude fiscal que había llevado a la empresa a la quiebra y dejado a más de mil setecientos trabajadores en la calle. A muchos de ellos se les adeudaban más de siete meses de nóminas, y en el tiempo que llevaban allí acampados, la desesperación se había cobrado un considerable número de víctimas, a causa del infarto o el suicidio. Las esposas y trabajadoras, asimismo, ejercían una protesta paralela y ejemplar, permaneciendo ochenta y un días encerradas en la catedral de la Almudena.
El montaje del campamento obtuvo una impresionante repercusión mediática y fue visitado por políticos (Zapatero, como jefe de la oposición), periodistas (María Teresa Campos), intelectuales (Saramago, Sampedro), cantantes (Ismael Serrano) y personajes televisivos (el Gran Wyoming), que apoyaron la causa y le dieron permanente publicidad. Los amotinados agradecieron su compromiso poniéndoles sus nombres a muchas de las calles que, como un pequeño poblado rebelde, habían ido levantando con los deshechos y la chatarra acumulada. A veces, desde Cortefiel, los veíamos zambulléndose en una improvisada piscina de plástico, que sofocaba momentáneamente sus calores y reivindicaciones; o cocinando una gigantesca paella que diera de comer a algunas de las casi mil ochocientas bocas protestantes y hambrientas.
Penetrar en el campamento me causó una gran impresión. Centenares de hombres ejercían su vida cotidiana en la calle y en público: se lavaban y afeitaban, desayunaban y cenaban, quitaban y ponían, acarreaban materiales, apuntalaban una habitación nueva… laboraban para el poblado, en definitiva. Como una tribu que terminara de evolucionar hacia el sedentarismo, o como un grupo de náufragos que tuvieran que reinventarse en una isla desconocida y desierta. Fui esquivándolos como pude, para poder llegar a la tienda, ensimismada con la contemplación en vivo de una sublevación de trabajadores al más puro estilo Germinal.
Pero sucedió lo inevitable, y es que los hombres que formaban aquel colectivo humano, masculino, y a la fuerza abstinente (como los castigados esposos de Lisístrata), al verme caminar, curiosa e inocente, delante de ellos, en un gesto reflejo unieron sus voces en una sola voz, pero no al compás de la Internacional, lo que habría sido ya el colofón del romanticismo proletario, sino al estridente grito de: ¡¡¡RUUUUUUUBIAAAAAA!!!, que me dejó paralizada por un segundo, amén de medio sorda. Olvidados de sus pesares laborales, desbaratados de lujuria, me propinaron los más descorteses exabruptos, ante los que desfilé atónita, desafiante y rabiosa. Perdí de repente toda implicación ideológica, así que me mordí los labios para no recriminarles a gritos que acababan de estropearme una emocionante catarsis solidaria.
A partir de entonces empecé a tener una pesarosa visión de la lucha de clases: y es que lo que realmente persistía con los años no era la conciencia de la clase obrera, sino el macho ibérico obrero, atalayado tras la herida del sindicalista maltratado. Para mí, la injusticia social era la misma para el deshumanizado trabajador que para la mujer cosificada. No podía entender la una sin la otra. Así dio comienzo mi decadencia roja.
Corrí todo lo que pude a refugiarme en Cortefiel, a soportar mi particular explotación laboral. Para colmo de males, me tocó atender a una repelente señora de metro y medio de estatura, que hablaba en andaluz, y que me tuvo dando vueltas por la tienda arrastrando una estúpida camiseta de lycra de mil quinientas pesetas. Finalmente me la mandó reservar para el día siguiente. Cuando le pregunté su nombre para hacer la reserva, me lanzó una mirada abyecta, y entrecortadamente, exclamó:
-Yo… pues yo soy… Señora de… yo soy… Señora de Aparicio... La señora de Aparicio… La mujer de… ¡La madre de Julio Aparicio, el torero!
Se quedó con las ganas de decirme “pedazo de estúpida, es que acaso no me conoces”, pero su soberbia y malos modales eran, hasta para eso, limitados. Sobra decir que ni se molestó en pasarse a por la puñetera camiseta reservada. Después de eso, me interné, por primera vez de forma voluntaria, en el almacén, a seguir desempaquetando camisas y rebecas y clasificarlas según fueran P, M, G, SP o SG. Estaba hasta el moño de las clientas mediocres que compraban en Cortefiel aspirando a poder comprar algún día en Armani.
Cuando regresé a casa, me sentía abatida. Me amparé, como siempre, en la conversación. Divina empezó a contarme que esa misma tarde había participado, sin saberlo, en un programa de cámara oculta realizado por Televisión Española, mientras visitaba una tienda de animales de las Vaguadas. La jugada consistió en que, la dependienta, fingiendo un ataque de pánico porque su compañero, el experto en reptiles, había salido dejándole a su cargo una pitón de gran tamaño, sin saber muy bien qué hacer con ella, le encasquetaba la serpiente al anónimo cliente. Divina, lejos de salir corriendo, abrió un ojo como un camión, y encantada de la vida, le respondió:
- Trae para acá, que yo te la sujeto.
Se colocó la bicha sobre los hombros y, bufanda al cuello, siguió contemplando los terrarios, a ver si se decidía de una vez por alguna de aquellas mascotas. Debieron de flipar los del programa con su naturalidad, pero claro, lo que buscaban era una reacción alterada, o extrañada al menos, por lo que su sketch no fue emitido por la tele. Tan solo salió una escena, al final, mientras pasaban los títulos de crédito.
Yo escuchaba con atención su anécdota, sin un ápice de asombro, ávida por contarle lo que me había ocurrido con la Señora de Aparicio (pinchando aquí, la de la derecha). De pronto recordé otra historia acaecida días antes:
- ¡Y lo de la clienta chilena del otro día, Diva, que se me ha olvidado contártelo! La cajera, que la conocía de otras veces, le preguntó que qué tal en Chile, y ésta empezó con que, sinceramente, estábamos mejor con Pinochet, económicamente hablando, porque Allende era un borracho cocainómano y dado a las orgías sexuales. Y Pinochet un amante esposo y padre de familia que no sale nunca sin su mujercita. Además, los hombres a los que mató eran terroristas como los que tenéis aquí en el País Vasco; y los comunistas, gente pobre, sin cultura ni educación, que no tenían otra opción que echarse las armas al hombro porque así, además, se libraban de la dura tarea del campo. ¿Te puedes creer, la impresentable?
Divina no podía entender mi indignación:
- Yo, mari, de política sabes que…
- Pero te estoy hablando de Pinochet, tía, el mayor genocida de los últimos tiempos. Claro que la tipa ésta se ha gastado casi ochenta mil pelas en ropa, con lo cual se entiende todo, ¿no crees? Bochornoso.
- Si tú lo dices… Mira, yo qué sé, a mí esas cosas es que no me importan.
Y cambiando, interesadamente, de tema, siguió:
- Que la Lola está a punto de parir y no hemos pensado todavía qué vamos a comprarle al crío.
Yo me resigné y asentí:
- Podíamos hacerle un regalito también al mayor, para que no coja celos, ¿te parece?
Mi amiga Lola tenía también otro niño, de un año y poco. Y esperaba el segundo en medio de un torrente de turbulencias sentimentales y familiares.
- Lo que tú quieras, mona.
- Pues mañana me paso por El Corte Inglés y se lo miro. Con eso veo cuánto valen las medias esas antivarices de las que me han hablado. Tengo las piernas tan doloridas…
Lo que yo no podía ni imaginarme era que el inofensivo chubasquerito con los personajes de la Warner que había de comprarle, al día siguiente, al nene mayor, le hiciera tan poca gracia a mi amiga Lola. Un gracioso impermeable infantil de la talla dos. Una intrascendente prenda de vestir, puñeta.
Continuará
lunes, 19 de mayo de 2008
CUESTIONES LINGÜÍSTICAS III.
Son parónimos aquellas palabras parecidas fonéticamente pero diferentes en su significado, con lo que suele ser muy fácil confundirlas a la hora de aplicarlas en un contexto. Éstos suelen ser algunos de los parónimos más habituales:
§ Aprender (adquirir conocimientos) / aprehender (coger, agarrar o captar): He aprendido mucho sobre Economía con este máster. / La policía ha aprehendido un gran alijo de droga.
§ Actitud (comportamiento) /aptitud (capacidad): Este alumno tiene una actitud excelente en clase. / Este alumno tiene aptitud para los deportes.
§ Infligir (imponer un castigo o daño) / infringir (violar una norma): El profesor le infligió un duro castigo al alumno por copiar. / El motorista infringió el límite de velocidad en la travesía.
§ Espirar (expulsar el aire exhalado) / expirar (morir): En yoga hay que inspirar y espirar el aire despacio. / Tras una larga agonía, finalmente expiró.
§ Infectar (transmitir una enfermedad) / infestar (plagar, abarrotar): Se infectó del virus que estaba analizando en el laboratorio. / Los pulgones infestaron el jardín.
§ Prejuicio (valoración que se hace de algo sin conocerlo) / perjuicio (daño): No se deben tener prejuicios ante las culturas desconocidas. / Las obras del edificio colindante le han causado grandes perjuicios materiales en su vivienda.
Otros parónimos son: espiar / expiar; prescrito / proscrito; perecer / parecer; aludir / eludir; bucal / vocal; indigente / indulgente; inflación / infracción; lívido / libido…
Así, si aludimos a un tema, lo estamos mencionando; pero si lo eludimos, lo ignoramos. No es lo mismo hacer ejercicios bucales (con la boca, por ejemplo, aprender a pronunciar la /rr/), que vocales (modular la voz y utilizarla en el tono adecuado para tratar problemas crónicos de afonía, verbi gratia). Si somos indulgentes con los indigentes, nos estamos mostrando tolerantes con los pobres. En ocasiones, la inflación nos puede salir mucho más cara que una infracción de tráfico, si es que la primera hace subir considerablemente los tipos de interés de las hipotecas. Por último, la libido es muy probable que nos ponga de todos los colores… menos lívidos, pues entonces estaríamos, probablemente, enfermos.
Seamos cuidadosos con nuestro discurso, no vaya a ser que solicitemos una indemnización por daños y prejuicios a nuestro seguro del hogar y obtengamos a cambio una educada pero paupérrima disculpa.
domingo, 18 de mayo de 2008
"QUIEN TE HA VISTO Y QUIEN TE VE 9. SOLUCIÓN"
martes, 13 de mayo de 2008
QUIEN TE HA VISTO Y QUIEN TE VE 9. (NIVEL: MUY FÁCIL)
1ªPREGUNTA: ¿De quién se trata? (1 punto)
2ª PREGUNTA: ¿Quién fue el autor de su canción más exitosa? (1 punto)
3ª PREGUNTA: En la letra de esta canción se habla de unas flores. ¿Qué les sucede y por qué? (Para anglófilos: 1 punto)
jueves, 8 de mayo de 2008
_____________POETAS__________
Los alumnos me han hecho una actividad literaria consistente en practicar la creación de varios subgéneros líricos: la oda, la sátira, la égloga, la elegía y el himno. Son de estos ejercicios que un profesor de Secundaria manda de vez en cuando, a ver si suena la flauta. 2ºC, mi tutoría, agoniza en el intento. 2ºD, en cambio, reacciona con entusiasmo y, durante una semana, los chavales van recitando, orgullosos de su alma creadora, sus composiciones.
De entre todos los géneros, las sátiras son las que más nos han hecho reír. Una sátira es un poema lírico en el que se censuran los vicios y defectos de una persona o de una sociedad. Todos recordamos el célebre “Érase un hombre a una nariz pegado”, con que Quevedo ridiculizaba a Góngora, su eterno rival. Para que no se despistaran demasiado, les pedí que se ciñeran a un solo tema: la indumentaria juvenil actual, y éstos son, firmados bajo pseudónimo propio, los resultados. Sus autores, poetas de 13 años.
I.
Por no gastar mucha tela
por tener mucho dinero
la gente cada vez
enseña más los pellejos.
Y siempre por el verano
la gente va a la playa
para ver a la tía Mercedes
que solo lleva unas bragas.
“el Regulá”
II.
Van por las calles
como si estuvieran solas
con las bragas al aire
y sin sentir vergüenza de nadie
como si la gente no tuviera ojos
y ellas tampoco.
“El Grande”
III.
Vaya ropa que se lleva hoy día
en mis tiempos eso no se veía.
Calzones y bragas al viento.
¡Ay que tiempos!
Con esas minifaldas
que parecen un cinturón
y esos grandes zapatos de tacón.
Cuando llegues a casa
y tu madre te vea…
¡te va a poner fea!
IV.
Me da dolor de vista
cuando veo a un artista
con traje de chaqueta y
zapatillas amarillas,
y no digamos los vestidos
encima de los pantalones
que se parecen a mi abuela
cuando hacia los jabones.
“Alex”
V.
A unos pantalones casi en el suelo
detrás de ellos un enorme lucero,
casi en el suelo y nada más guiados
por piernas enclenques que no conocen el frío.
Y mientras unas faldas, que casi son trapos,
con el culo medio al aire corriendo,
cual gacela en la sabana.
“Águila”
VI.
Sus ojos dos luceros,
su nariz la artillería,
su boca una cueva oscura,
sus dedos hoja enroscada.
Aunque se pone los pelos más
tiesos que la torre de la Giralda
“Tati”
VII.
La ropa de ahora
está desaprovechada
con los pantalones cagados
hasta el que no quiere los ha mirado.
Los pelos de punta
todos los llevan,
y el que no
es raro un mogollón.
“Gomita”
VIII.
Qué bonita va con su falda corta,
andando derechita
y sin poderse ni agachar.
¡Pero son las modas!
algo que una joven
sabe respetar.
“Oerbona”
IX.
Oh, madre, él es mi amado
pero cuando sale con ese peinado
me quedo parado.
Con esa ropa no sale
porque parece mala
y cuando sale
con los pendientes largos
me deja pasmado.
“Lucecita”
X.
La ropa de ahora
es una fachada
todo el cuerpo va al aire
y encima
no pega con nada.
“Cinea”
XI.
La gente no sabe lo que lleva,
pantalones hasta abajo,
camisetas hasta los tobillos.
¿Crees que así se puede
ir a algún sitio?
La gente odia
que la ropa sea tan fea.
Para ir a algún sitio,
no hace falta ir tan mal vestido.
“El poeta”
XII.
La vestimenta moderna es:
los pantalones caídos
el pelo rebelde
y el tanguilla viéndose.
No se suben los pantalones
porque no se quieren
parecer a Jacobillo
y por eso llevan los pelos
de pinchillos
y son unos chulillos
y unos creidillos.
“La Guiyena”
XIII.
Padre, yo a las vestimentas
de hoy recrimino;
pues los niños de ahora
están un poco salidos,
ya que en su caminar,
las llevan bien ajustaditas,
y apretaditas.
“Pedrito”