viernes, 8 de febrero de 2008

LO TUYO ES PURO TEATRO. Capítulo 4.


El primo de la Yanqui llegó como un halo de luz sobre aquellas paredes ocres. Era un chico callado, risueño. Estaba de visita en Madrid con su novia, que se quedaba a dormir en casa de unos tíos, en la que él, siendo novio y no marido, tenía vetado el hospedaje, así que le dimos cobijo en nuestra fonda. Del fin de semana solo recuerdo que la Yanqui apenas se dejó caer por allí, absorbido laboralmente por las rebajas de julio; y que la loca, mi hermana y yo, tiernamente compadecidas, decidimos adoptar al invitado para que no se sintiera solo.

Cenábamos en la mini mesa del salón mientras la loca amenizaba la velada con el relato de sus vicisitudes profesionales, regalándonos con su particular socarronería. El Fernan se adosaba, trayéndose su comida del chino, y entre todos formábamos una bonita familia madrileña. Por la noche, el Juanpa, que así se llamaba el primo, dormía en un colchón en el suelo, sin importarle para nada las pelusas esquivas, el chasquido nocturno de los ratones, el gorgoteo incesante de la pecera, las migas desparramadas de la mesa, los bártulos del peta-móvil estorbando por doquier o la inquietante negritud que lo invadía todo. Mi hermana y yo ocupábamos la cama de mi habitación, y la loca perdía el conocimiento en un after cualquiera, rodeada de gogós y futuras promesas del porno.

Al día siguiente por la mañana, el Juanpa se fue a pasear con su novia, el armario-ropero se quedó en la cama un ratito más, y la Yanqui volvió a su rutina de doblar jerséis, colocar perchas y tomar los bajos de los pantalones a las señoras. Yo, antes de marcharme a Cortefiel, dejé a mi hermana bien pertrechada con un plano del metro y quince o dieciséis folletos museísticos, dispuesta a chutarse su profiláctica sobredosis artística. Al salir por la puerta, nos cruzamos con la loca, que volvía de su nocturna velada con unas pupilísimas ardientes. Libraba ese día.

- Ay, mari, ¿dónde vas? –le preguntó a mi hermana, ansiosa por no poner un pie en el piso.

- Al Museo del Prado, ¿te vienes?

Iba a decir que sí, por supuesto, cualquier plan iba a ser mejor que quedarse en casa un día libre, pero justo en el instante antes de responder, se iluminó una bombilla en su cabecita:

- Pero… vamos a ver… En el museodelprado ese… ¿qué es lo que se ve?

Nosotras nos miramos con complicidad antes de soltar una risotada rotunda.

- Uy, qué poquito te ha faltado para no ir sola, hermanita… -reí, golpeándole la espalda con ironía.

Ante la certeza del peñazo que le esperaba en Recoletos, la loca, en lugar de aprovechar el hueco de la cama y echarse a dormir, mudó propósito. Se duchó, se perfumó y llamó a la Manolita, su amiga del alma, que, como de costumbre, regresaba de la Calle Velázquez después de haberse gastado quinientos euros en unas zapatillas deliciosas de Prada y otros dos mil quinientos en un exquisito traje de chaqueta de Armani. Dolce Gabanna, Jean Paul Gaultier o Gucci eran otros de sus mentores A la Manolita le producía urticaria toda prenda de vestir que apestara al Sepu. Era una elitista.

La Manolita vivía con su señor esposo en un ático reformado de 200 metros cuadrados, al lado de Hortaleza, en pleno Chueca, en el cual destacaba, por encima del jacuzzi ergonómico o la descomunal terraza con vistas al ambiente, una pantalla de televisión de unas cien pulgadas aproximadamente. Tal magnitud era imprescindible para poder apreciar, en toda su calidad sonora, el chirriante cántico espiritual de los insultos del Tómbola, que daban cada viernes en el Telemadrid. Su estilo de vida era opulento y consumista, nada merecía la pena ser reciclado o donado: todo se tiraba y se sustituía por el último modelo, la última colección, el último grito. Yo me escandalizaba tanto, que a veces me costaba dormir por las noches, pensando con ansiedad en los televisores, teléfonos y ordenadores portátiles que habrían tirado a la basura en los últimos seis meses.

Llevaban juntos más de diez años y formaban un marimonio bien avenido. Su historia de amor era, no obstante, digna de una tragedia griega. Predestinados desde adolescentes, y enamorados perdidamente el uno del otro, convivían sin prejuicios. Se compenetraban en los asuntos domésticos y también en los trascendentales. Pero como en toda tragedia, un conflicto insoslayable se interponía entre ellos consignándolos al cruel destino de vivir juntos sin poder gozarse. Su incompatibilidad sexual era inexorable. Ambos asumían con resignación su ingrata fortuna, buscando en otros cuerpos lo que no podían compartir en los suyos propios. Habían sellado un pacto tácito de ofenderse mutuamente lo menos posible, evitándose testimonios explícitos de sus escarceos amorosos. Y entre infieles ayuntamientos lo iban sobrellevando.

El esposo solía quedarse los sábados por la noche en casa, viendo el cotilleo televisivo, en tanto que la Manolita se despendolaba, con la loca o con el último inglesito que hubiese conocido vía internet, en la Ohm, templo efímero del glamour gay del ambiente capitalino.

La discoteca Ohm se encontraba en pleno corazón de Madrid, en la misma plaza Callao. Contaba con cuatro disc-jockeys de música house, al compás de la cual danzaban, en lo alto de dos plataformas, sendos gogós masculino y femenino de esculturales cuerpos. La fauna oriunda de la Ohm era una mole humana nictálope y sudorosa, que acechaba, en las esquinas cercanas a los servicios, a su narcosuministrador de ketamina-Special K (analgésico caballuno), cocaína, pastillas de diseño, speed o éxtasis líquido. Solo el que consiguiera aprovisionarse de alimento suficiente para toda la noche, podría sobrevivir a la embestida musical que se prolongaba durante horas y horas. De esta forma actuaba también el determinismo darwininano. Los más débiles iban claudicando y se extinguían, con la tortura acumulada en los huesos, a la espera de los buhometros, que eran los encargados de ir recogiendo, desde las 0,45 hasta las 05,45 de la mañana, parada por parada, los despojos humanos que iban defecando las discotecas. El buhometro era el camión de la basura de la Ohm. Yo solía ser, a las tres de la mañana, una especie en peligro de extinción, que aguantaba el bostezo agónico hasta que alguno de éstos se aburría también, ahíto de buscar una presa sexual a la que hincarle el diente, y me acompañaba a casa. No era más que un animal doméstico en aquel atroz ecosistema silvestre.

El sábado por la noche llegué a casa del curro, cansada. Allí estaba mi hermana, el Juanpa y el Fernan. Me puse las chanclas y me tumbé, como una zombi, en el sofá. El Fernan guitarreaba un poco, mi hermana leía y el Juanpa veía la tele. En un día habíamos formado ya un consorcio tradicional. Llegó un momento en que nos encontrábamos tan relajados, que olvidamos por completo la premisa vital que la Yanqui había imprimido a fuego en nuestras frentes. Conversábamos serenamente cuando llegó la loca, con una resaca de día y tres cuartos.

- Hola mari –le saludé, como de costumbre. Sus ojos se clavaron en los míos como un cuchillo de matanza. Qué habré dicho, pensé.

- ¿De dónde vienes, de la Ohm? –bromeó mi hermana, al contemplar su cara cadavérica, que, al hilo de nuestros comentarios, iba palideciendo cada vez más. El Juanpa nos miraba impasible, sin entender nada. La loca nos estaba advirtiendo con la mirada que paráramos ya de emplear el argot plumífero. Captamos la indirecta y callamos. Pero el Fernan, con la cabeza metida entre acorde y acorde, no se había coscado aún; así que elevó la vista y, mientras seguía rasgueando la guitarra gritó:

- ¿Has estado con la Fefa? ¡Hace unos días que no se pasa por aquí!

Mi hermana y yo contuvimos la risa, ruborizadas, y temiendo ser las causantes de la hecatombe familiar de la Yanqui, nos fuimos escurriendo por el pasillo, precedidas por la loca, que daba sus últimos coletazos con el rabo entre las piernas y el terror asomando por sus ojos, hinchados en sangre alcohólica. El Fernan, feliz, siguió tocando una y otra vez arropado por la ingenuidad del primo. Nos encerramos en la cocina y allí dimos rienda suelta al atracón de reír que nos estaba asfixiando.

- Es que ni hecho adrede se puede meter tanto la pata, macho.

- Sólo nos ha faltado preguntar por el marido de la Yanqui. Desde luego, si a estas alturas el primo todavía no se ha dado cuenta de que esto es un nido de maricas, es que es un santo varón.

- Yo por lo menos estoy borracha, pero es que vosotras… vaya cuajo que tenéis las dos.

Y jajajajajaja sin parar, con las lágrimas explotándonos por los ojos y más rojas que la muleta de un torero.

¿Qué si advirtió finalmente que en ese piso había más pluma que en un gallinero? Indicios hubo, desde luego. ¿Qué no le importó un carajo o lo consideró tan natural como la vida misma? Pues no hallo otra explicación. Porque si no… ¿por qué volvió a visitarnos a los quince días, encantado de la vida, y esta vez sin la novia?

Cuando le pregunto ahora a la loca que qué hicimos para que se sintiera tan a gusto, a pesar de la represión dictatorial impuesta por la Yanqui, me contesta, llanamente: “Pues ser nosotros mismos”. A lo mejor es que la Yanqui, como la Fefa, como el armario-ropero, como la loca también, eran los que no se querían dar cuenta de que hay verdades tan vociferantes, que hasta traspasan los armarios. Esos armarios repletos de pósters gays que han sido condenados a la vergüenza de ser desalojados de las paredes.

(Continuará)

10 comentarios:

Anónimo dijo...

ajajjaajaj que caña me parto ajajajajajjaj

Anónimo dijo...

Vaya con la metedura de patita con el primo de la Yanki, pero claro, en ese ambiente de naturalidad que se respiraba en ese piso, cómo ser conscientes a cada minuto de todas las prohibiciones. Ja, ja, eso es lo que mejor recuerdo de esos días y cada vez que lo pienso, me parto.

Anónimo dijo...

Te estás superando con cada capítulo. Esto debería ser un libro ¡Es buenísimo! y te engancha hasta tal punto que no puedes dejar de pensar en todo el día en ese pisito tan particular.
Blanca estoy encantada.
Un besito

Anónimo dijo...

"una mole humana nictálope", jajaja, ahí te has pasado eh ?, me has hecho consultar la RAE !!!.
Estoy de acuerdo con Ferrer, te superas capítulo a capítulo, dale caña.

Anónimo dijo...

Bueno, ni que decir que deseosa estoy de la quinta parte!!! Lo voy a imprimir todo y lo voy a tener como libro en la mesilla de noche, jajaja.

La Narrattrice dijo...

Nanai de la china, el que quiera imprimir que pague el canon digital correspondiente... Banca Pueyo, cuenta: 0084-....-..-..........

Jajajjajaja

Tengo que agradecerle a la loca lo de la "mole humana sudorosa en busca de su narcofarmacéutico" que yo he adaptado. No deja de ser el responsable de esta historia y quien me va refrescando la memoria con las anécdotas que yo ya tenía semi-olvidadas. Si algunas no sucedieron realmente como yo las cuento, o está exageradas, poco importa, pues si no ocurrieron así, fue, probablemente, muchísimo peor.

Besos

Anónimo dijo...

Conozco la Ohm, tu descripcion se pasa un poco, pero no mucho, fantastico el Fernan, sigue siendo el puto amo.

Anónimo dijo...

a ver frikillo, de que conoces tú la ohm???? je jee

Anónimo dijo...

Comentario de prueba para demostrarle a Miguel que funciona.

Espero estar con vosotros, de nuevo, en la cena de segundo de bachi.

Besos y bienvenido.

Anónimo dijo...

Mamma mia!! ¡enhorabuena guapa!, has conseguido que de "un tirón" lea todos los capítulos de "Lo tuyo es puro teatro", los ártículos anteriores (con el consiguiente disgusto por no poder acceder al que me suscitaba más interés "Religión vs Educación para la ciudadanía"), visitado el blogs de Rubiales y sorprendido con la reacción de Pepe en los vídeos. Además, has conseguido que tenga que postponer el cine dominguero y que tenga que disculparme por volver a incumplir con el pacto de estar lista a una determinada hora. ¿No es increíble? por todo ello, de nuevo, enhorabuena.
¡Ah! mi voto es para la Fefa, creo que llegará a sorprendernos... ¡jajaja!
Camino.