jueves, 7 de agosto de 2008

LO TUYO ES PURO TEATRO. Capítulo 10. (Para mayores de 18 años)

El sex shop estaba disciplinadamente organizado en secciones cuya temática venía anunciada previamente en paneles de neón. “Despedidas de soltero”, “Aromaterapia”, “Glamour”, “Juguetes eróticos”, “Libros” y “Lencería sensual” eran las salas que te daban la bienvenida con sus productos “estrella”, expuestos elegantemente en vitrinas de metacrilato. Según se avanzaba hacia el interior de cada una, se iba profundizando en atrevimiento y perversión: geles y vaselinas, velas de incienso y aceites afrodisíacos, estimuladores del clítoris y del punto G, vibradores, consoladores, anillos, huevos, bolas, y kits de sado-maso. En la planta superior se hallaba la sala más grande, dedicada a los vídeos y dvds pornográficos, clasificados por subgéneros, desde los sencillos dúos y tríos homos y heteros, protagonizados por anónimos actores noveles, hasta las más obscenas y retorcidas prácticas que uno sea capaz de pronunciar empleando los prefijos “copro-”, “sado-” o “zoo-”, interpretadas por reputados actores del panorama nacional e internacional.

La literatura erótica era recurrente: en el apartado de los más vendidos se anunciaban títulos de éxito sobre las 69 mejores formas de satisfacer a tu amante, o el nuevo Kama Sutra lesbiano, sin desdeñar los dedicados a la pareja multiorgásmica o al arte del sexo oral.

Nuestras miradas se perdían en aquel paraíso del consumo erótico-festivo. Nos atraían, sin lugar a dudas, los pintorescos juguetes del sexo, que tan candorosos se ofrecían a nuestra vista, pero hubimos de sucumbir primero ante aquellas muestras del mal gusto que suponían los expositores de la lencería fulanesca. Las descripciones de los productos habían sido redactadas por un experto en la persuasión lingüístico-carnal: “Seductor tanga abierto de tul rojo con detalles en negro originalmente unido con escuetos lazos que te podrás desatar suavemente”; o “excitante y exótico tanga de finas perlas y encaje superior de perlitas en forma de V”; “provocativo e insinuante body abierto de blonda totalmente transparente con abertura en zona clave para practicar cualquier tipo de estimulación (el éxito está garantizado)”; “lujoso conjunto de 3 piezas que incluye corpiño rojo de cuero con liguero, tanga y medias de red incorporados”; “delicioso semitanga comestible de caramelo o chicle, sabor piña colada, con el que tu pareja podrá quitarte el tanga de una forma muy divertida y dulce”; “preciosos cubrepezones de satén, con brillantes negros y flecos de cuero con los que vestirás de una forma juguetona y original tus senos”; “fascinante picardías abierto, transparente, con bordado y lentejuelas en el pecho, unidos por tiras elásticas en forma de araña que se unen en el centro en una bonita flor bordada”; o la “impresionante bata abierta con plumas de marabú, a juego con un sugerente antifaz satinado y esposas de leopardo, para atrapar a tu amante en un excitante juego amoroso”…

Uf, estaba atragantada. Demasiados detalles para mi inmaculada retina. Pasamos a la vitrina de las pijas, que tanto nos habían llamado la atención desde el primer momento. Algunas tenían una ventosa en su base para poderse adherir a cualquier zona de la casa: el suelo, la pared, la ventana, y así provocar posturas y movimientos dispares. Otros eran simples consoladores con cinturón para prácticas compartidas. Los vibradores añadían a los modelos básicos su compleja tecnología, pero, al fin y al cabo, no eran más que robots fálicos multifuncionales que, por mucho que rotaran o vibraran, despidieran olores, sabores y sensaciones varias al tacto, no dejaban de tener una única finalidad introductoria. Nada original: sólo meter y sacar.

Aunque, para ser realmente sincera, he de asumir la angustia que me causó un imponente falo de látex, del tamaño del antebrazo de un halterófilo, que, según prospecto, había sido diseñado para la práctica del fist-fucking. Me embargó una mórbida aprensión fisiológica: “qué obsesión tienen los hombres con meter cosas enormes en la vagina, ni que esto fuera una saca sin fondo, coño”, pensé. El mito popular de la vagina dentata devora-penes acudió a mi mente como una reminiscencia defensiva: “Menuda sorpresa se iban a llevar estos puñeteros morbosos si les pegara un muerdo”.

Divina adivinó mi desasosiego:

- Eso sólo lo compran los gays, mari.

No fue gran consuelo, la verdad, porque ahora me perseguía la imagen de un esfínter gigantesco que se ensanchaba y alargaba hasta el infinito como un túnel del terror.

- Ay, Divina, creo que por primera vez entiendo el chascarrillo ese de: “Tienes menos fuerza que el peo de un marica”.

- No lo sabes tú bien –le chispeaban los ojillos al decir esto.

Aprendí bastante ese verano sobre cultura rectal, cierto es, creo que hasta podía enunciar una tesina: “El ano: origen, evolución e idiosincrasia contemporánea”. ¡Cómo podía dar tanto de sí algo tan trivial como el extremo terminal del tubo digestivo! Hasta existían en Chueca salones de belleza especializados en la depilación del mismo. Aunque, pensándolo bien, la atracción por la escatología del ojete era bien antigua: ya existía en el siglo XVII un tratado sobre las “Gracias y desgracias del ojo del culo”, atribuido al Quevedo más irreverente.

Claro que, si el catálogo de juguetes viriles era ingente, qué decir sobre los innumerables artefactos inflables, empaquetados u horadados que pretendían ofrecer agujeros múltiples para la satisfacción sexual: eróticos muñecos hinchables antropomórficos (con los que ya fantaseó un fetichista Berlanga en la censurada transición cinematográfica), burritos infantiles que escondían orificios sorprendentes, nalgas seccionadas de un cuerpo imaginario que se enchufaban a la red eléctrica y llegaban a alcanzar la temperatura corporal humana, camufladas vaginas enlatadas para guardar en el cajón de la mesilla...

Los penes y vulvas de plástico compartían espacio con anillos de silicona adornados con cachondos conejitos estimuladores; discretos y delicados pintalabios vibradores para estimular todo lo que se desee (pasará desapercibido en cualquier bolso); galletas de la suerte que esconden en su interior una aventura sensual para cada noche; bolas chinas de doble estimulación, estriadas y de un material ultrasoft (cómodas de llevar y muy silenciosas), huevos con control remoto con siete funciones, pequeños, ultra suaves y muy cómodos; o el original y excelente aceite corporal con feromonas y aplicador en spray con aromas excitantes, que te dejará la piel sedosa, suave y ligeramente perfumada.

Estaba abrumada. ¡Cuánta imaginación derrochada por una práctica tan antigua! La fascinación sexual es una herencia ancestral, me dije. Me hacía gracia, pero me abochornaba tanto artilugio. “No son más que juguetes inocentes”- concluí. Sobre todo cuando subimos a la sección pornográfica y descubrimos el interior oscuro del pastel.

Íbamos en fila, Lola la primera, abriendo camino, seguida de mí y de la Diva, que lo escrutaba todo con los ojos como platos. Es probable que el dependiente del sex shop estuviera más que acostumbrado a ver allí a todo tipo de clientes. Pero no sé, me pareció que nos miraba de reojo más de lo usual. O será que mi católica educación de la infancia se cernía sobre mí creando un halo de culpabilidad que me hacía sentir observada en aquel entorno pecaminoso. ¡Qué puñetas! ¡Claro que nos miraba el dependiente! Éramos: una preñada de ocho meses tocándolo todo, con dos pringaos con cara de idiotas pegados a sus espaldas, oteando a derecha e izquierda y susurrando ante los espeluznantes detalles de las carátulas de los dvds porno. Y en esto me ahorraré los detalles, porque la cinematografía sexual es el único arte que, sin emplear efectos especiales, lleva a la pantalla las más maquiavélicas suposiciones de la imaginación humana. Por muy escabrosa que se te antoje una idea, seguro que ya hace años que se le ocurrió rodarla al director de una película guarra.

Lola iba señalando las fotos de las portadas y haciendo comentarios jocosos. “¡Vaya par de galletas maría tiene esa tía!”, “¡Joder con los veinticuatro centímetros de Rocco!”, etc. Yo la seguía, achicada ante su desparpajo, y Divina se iba rezagando, prestando atención a los títulos alusivos a tríos y camas redondas masculinas. De repente, la Lola se detuvo ante una extraña escena y exclamó:

- Este tío debe de estar enfermo, mira qué picha más chunga tiene.

Y siguió su ruta hacia la estantería del otro lado.

Mi imaginación más sórdida no dejaba de maquinar. ¿Prácticas macabras con enfermos de sida o leprosos? A lo mejor se habían puesto de moda. Es una industria con grandes desafíos, me dije. Observé la imagen aludida y no di crédito. Me sonreí:

- Lola, ¿tú te has revisado la vista? –le pregunté desde el estante paralelo-. Ése es el pito de un perro.

Con esta anécdota terminaba nuestra excursión. No paramos de reír hasta que nos montamos en el taxi que nos devolvería a casa.

Por la noche, tumbada en la cama junto a Divina, no dejaba de darle vueltas a todo lo que había descubierto durante el día.

- A ver, Diva –inquirí, acuciada por la curiosidad -. Cuando un gay está ligando una noche con un tío al que no conoce, en una discoteca, por poner un ejemplo… ¿cómo sabe si el otro tío es maquinista o carbonero?

- ¿Maquinista o carbonero?

- Sí, tía, la jerga hetero, que todavía me queda algo. Pasivo o activo.

- Jo, jo, jo. No lo había oído nunca. Pues… por la forma de entrarte. Si un chulazo te empieza a bailar refregándose contra tu trasero está claro lo que quiere hacerte esa noche, ¿no?

- Pero la mayoría de los gays les dais a los dos palos ¿no?

- Versátiles, mari, se llama eso. A ver si hablamos con propiedad. Sí, la mayoría lo son.

- Porque lo de la Manolita y el marido es jodío, ¿no? Si son los dos activos no pueden… ¿Entonces? -estaba hecha un lío.

- Mira, mari, no voy a darte yo una clase de sexo gay ahora. Échale imaginación.

- Uhmmmmm.

Medité durante unos instantes, para después sentenciar:

- No solo de carbón vive el hombre, ¿no?

- La verdad es que hay mucho maquinista suelto por ahí –surgió de repente, a través de la puerta del dormitorio, desde el salón, una voz familiar.- Y mucho maricón encerrado en el armario.

¿Cuánto tiempo llevaría el Fernan tumbado en el sofá sin que nos hubiéramos dado cuenta? ¿Y quién puñetas le había dejado las llaves del piso? Abrió nuestra puerta sin inmutarse desde la postura en la que reposaba, sin mirar hacia atrás siquiera, sumándose a la conversación.

- Y en tu pandilla… –señalaba con un dedo acusador, en supuesta dirección hacia mí- …hay mucho marica oculto, que lo sé yo.

Divina y yo nos miramos. Enarqué las cejas en señal de escepticismo. Ya empezábamos. El Fernan tenía sus propias teorías conspiratorias. Yo no le hacía mucho caso.

- Que sí. Porque yo los he visto en el pueblo, en el gimnasio, y sé cómo se comportan. Y tu amigo Fulano es gay.

- ¿Qué dices, Fernan? ¿Fulano? Ése como mucho es misógino, que ya es bastante. Y no es mi amigo. -le repliqué, dándome la vuelta en el colchón-. Y ya sufre bastante la humanidad aguantándolo también a él.

- Yo te digo que ese tío es gay, aunque cada fin de semana esté con una tía distinta. Créeme que a estas alturas los sé distinguir. Lo que pasa es que no lo puede o no lo quiere admitir, porque no podría soportar que lo supieran sus amigos. Ya sabes lo que diría la Yanqui: el Evangelio.

- No sé, Fernan. Me parece tan arriesgado... Yo conozco algunas historias truculentas de Fulano con las mujeres y… La verdad es que ahora que lo dices… Esa obsesión con la sodomía y su complejo de Edipo… Ohhhhhhhhhh.

- Ay, cómo me aburrís los dos, cada uno con su movida –intervino Divina- . Paso de vosotros, voy a empezar a roncar de un momento a otro.

Me levanté de la cama con mi pijama rosa, trastornada ahora por las dudas, y busqué la mirada cómplice del Fernan. Empezaba a despertarse en mí esa intuición adivinatoria sobre la relación entre inclinación sexual, represión y comportamiento social que tan pocas veces suele fallarme. El Fernan ensayó un gesto de veracidad con las cejas y ni me miró, ensimismado en las geométricas figuras de humo que iba exhalando de sus pulmones. Y tampoco me miró cuando tuve que sortear el petamóvil y tropecé delante de sus narices para dirigirme a la cocina, a punto de perder los piños, invisible siempre a ojos del Fernan.

¿Continuará?

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Eyyyyy! Conocemos a ese gay??? Aveeee! ya se yo que hay mucho gay por ahí suelto, jajajajaj.

Anónimo dijo...

muy bueno , como siempre.....si que hay mucho gay suelto...además cana, tu los ves rapido ajjajajaja

La Narrattrice dijo...

Curioso cómo llegan ahora los visitantes a mi blog, después de este post: a través de búsquedas en google sobre "pornografía gay" o "fistfucking". Cualquiera dice ahora que éste es el blog de una maestra...

Anónimo dijo...

Ya echaba de menos las aventuras madrileñas. Bueno, no te podrán acusar de nada, eh?, que tú bien que has especificado la calificación moral, ja, ja. Lo he leído en 0'2. Ávida de "Lo tuyo es puro teatro" estaba yo ya.

Anónimo dijo...

Muy bueno este también , Blanca.
Oye, te llegaste a comprar algo, pillina?, jaja

Anónimo dijo...

digno de la sonrisa vertical :D

La Narrattrice dijo...

La sonrisa vertical...jeje, cuyo presidente, Luis García Berlanga, ha sido sutilmente aludido en el capítulo...

Hombre, aficionada a la literatura erótica no he sido nunca. Leí hace años "Las edades de Lulú", de Almudena Grandes ("Premio Sonrisa Vertical 1989"), que fue, por lo visto, un encargo, y me sorprendí muchísimo con lo que se podía llegar a escribir. Pero no tanto para aficionarme. Este capítulo es puramente anecdótico.

Anónimo dijo...

¡¡Este capítulo es buenísimo!!
La próxima vez que vayas a un sitio de estos avísame que te acompaño.

La Narrattrice dijo...

Insisto: impresionante cómo llegan los usuarios a mi blog, qué cosas más chungas buscan...!

Anónimo dijo...

pues estaba yo buscando "penetrado por atras le duele" y me han aparecido el blog de mario y el tuyo a ver que pasa.

Si me pones otro capitulo mas de estos salgo del armario!!

Anónimo dijo...

AMIGA!!!! me acabo de leer los 10 capítulos seguidos y me duele todo de las risas que me he pegado recordandolo todo, si un dia como hoy en el que estarás de post-operatorio.
Sabes que siempre tendré un hueco para ti en mi casa, sea en Madrid o donde quiera que esté este culo "gay" de mal asiento. jajjajaj
Por último decirte que le metas caña, que tu y yo sabemos que estás haciendo que la historia sea muy "light" o ¿¿¿Quizás lo haces con conciencia de ello para que ese grupo de heteroamigos lo pueda entender????

Y Sí, Eva cariño, todos conoceis a ese gay que durante tanto tiempo ha arrastrado masas por ser único como amante de "mujeres pañuelo"

Anónimo dijo...

Que fuerte mari que fuerte mari que fuerte... Yo no tenía ni idea de que estabas escribiendo nuestras vivencias en el blog y mi hermana la mayor, Divina, me ha plantado delante del pc a leer tu relato. Muy bueno. Nos hemos estado partiendo de risa toda la tarde recordando viejos tiempos. He de decirte que aún con el paso de los años, la cosa no ha cambiado mucho y si alguna vez necesitas material, LLÁMANOS. Un besito guapa. Jajajaja ;)