miércoles, 13 de agosto de 2008

CUESTIONES LINGÜÍSTICAS III. GÉNERO Y SEXO: MIEMBROS Y MIEMBRAS


Es frecuente confundir, en gramática, el género de las palabras con el sexo del referente que designan. No hay que equivocarse: la palabra niño tiene género masculino, la entidad niño tiene sexo masculino.

El género es una cualidad inherente a los sustantivos, adjetivos, pronombres y determinantes, que permite clasificarlos en masculinos y femeninos (el género neutro latino se perdió en castellano, a excepción del artículo lo y algunos pronombres) y sirve para establecer la concordancia entre los elementos del sintagma nominal y el sustantivo al que se refieren (y que actúa como núcleo de todo el conjunto). El nombre casa, cuando forma un grupo nominal, obliga al resto de determinantes y complementos que lo acompañen a construirse en femenino: La casa pequeña. Para eso sirve el género gramatical.

Sólo cuando el sustantivo se refiere a entidades “sexuadas” puede el género transmitir información de tal tipo: gato (macho) / gata (hembra). En este caso, los mecanismos para realizar la oposición entre masculino y femenino pueden utilizar:

· Terminaciones distintas: -o, -e, Ø para el masculino y –a para el femenino: niño/niña; monje/monja; director/directora.

· Palabras distintas para ambos géneros: hombre / mujer; toro / vaca; yerno / nuera (a estos sustantivos se les llama HETERÓNIMOS).

· A veces, el sustantivo permanece invariable y tienen que ser los determinantes o adjetivos que lo acompañen los que marquen la diferencia de género: el pianista / la pianista. A estos últimos sustantivos se les denomina NOMBRES DE GÉNERO COMÚN.

Sin embargo, la mayoría de los sustantivos no admite variación de género: la palabra mesa es siempre femenina porque admite delante el artículo la, no porque tenga atributos de mujer; por la misma razón, el libro es siempre masculino. La asignación del género en uno y otro caso es arbitraria, no tiene nada que ver con diferencias de sexo. El término miembro designa a una parte del todo, se refiera a un brazo o una pierna; pero su género inherente es masculino. Si se quiere especificar, ¿por qué no hacerlo léxicamente?: Los miembros femeninos de la Academia son cada vez más numerosos.

Este concepto de género inmotivado es el que suele causar la controversia cuando algunos políticos pretender emplear la lengua para explicitar, en el discurso, que se están dirigiendo a hombres y mujeres sin excluir a ningún sexo: “Miembros y *miembras” (Bibiana Aído, Ministra de Igualdad) o “Jóvenes y *jóvenas” (Carmen Romero, ex diputada del PSOE).

Si hay una ley en la evolución de la lengua que ha regido la mayoría de los cambios morfosintácticos de su historia es la llamada ECONOMÍA DEL LENGUAJE, por la que se pretende transmitir el mayor número de información posible empleando el mínimo esfuerzo. Por eso el masculino ha tenido siempre valor extensivo: mientras que “las españolas” sólo se refiere a las personas de sexo femenino; la forma masculina “los españoles” puede tener los dos sentidos, o sólo personas de sexo masculino, o bien “personas” en general, ambigüedad que ha de ser descartada por el contexto en el que se utilice. Por tanto, desdoblar los sustantivos continuamente en masculino y femenino: diputados y diputadas, ministros y ministras (o el aún más patético diputad@os y ministr@s) para intentar demostrar dialécticamente la no marginación de la mujer en la sociedad, va contra la naturaleza misma del lenguaje, y demuestra una gran ignorancia gramatical por parte del orador. Además de ser un vano intento de querer mezclar las churras con las merinas. El movimiento se demuestra andando, no hablando.

Harina de otro costal es la incorporación de la forma femenina a algunos sustantivos que designan profesiones de las que se había venido marginando a la mujer y que, con el devenir de los tiempos, han necesitado de un término femenino que las arrope: la abogada, la jueza o la médica. Del caso inverso también existen ejemplos, y así, hemos de llamar matrón al enfermero que asiste a las parturientas, y no matrona. Pero se trata de dar solución a una necesidad lingüística creada por un cambio social; mientras que el caso del que venimos hablando anteriormente pretende cambiar una realidad social (por muy injusta que sea) forzando primero el cambio lingüístico, lo que es, políticamente, una utopía; y estilísticamente, (además de una falta ortográfica), una cursilería.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Myu bien profe!, me ha quedado todo clarito, esto políticos son unos cursis, entre otras cosas...
Besos

Anónimo dijo...

Di que si, que estoy hasta los cojones de "bienvenidos y bienvenidas, todos y todas, españoles y españolas,etc,etc", no seamos más papistas que el papa y como bien dices no mezclemos churras con merinas que esto no tiene nada que ver con la paridad y el machismo.

Anónimo dijo...

muy bien explicado; es que lo de miembros y miembras... zumba los huevos y las huevas (no se vaya a cabrear nadie)

Anónimo dijo...

Olé a la lección que acabas de dar. A ver si más de un político se da una vuelta por tu blog y lo lee.

Anónimo dijo...

Hay un artículo de Javier Marías que también trata estas cuestiones, quizá de forma más radical. Me llamó la atención encontrarlo como actividad para el alumno/a en una unidad didáctica sobre violencia de género. Se trataba de que el alumno/a buscara la intencionalidad discriminatoria del autor al escribir dicho artículo!!!!!! Alucina con la manipulación. Si de algo no se puede acusar a este escritor es, desde luego, de machista (otro artículo suyo en "El País Semanal" sobre la necesidad de la incorporación de la mujer al mundo laboral es un ejemplo de ello).
Digo esto porque me ha encantado tu explicación y estoy de acuerdo con el argumento de que a veces nos pasamos de "progres" en esto de la igualdad en el lenguaje. Lo de miembros y miembras es una "jilipollez", pero a la vez pienso que el desarrollo del lenguaje es un signo de inteligencia, cultura y avance. La forma de usar el lenguaje dice mucho de una persona. Y hay que ser cuidadosos con esto. Está claro que en la intimidad o entre conocidos no vamos a estar todo el rato con el masculino y femenino para todo, pero en los discursos, en los escritos, es decir, en todo aquello que se salga de lo privado o que vaya dirigido al público, sí me parece bien hacer la distinción porque aunque el camino se demuestre andando, como bien has dicho, y las palabras, por sí solas, sólo se quedan en eso, y aunque gramaticalmente no sea un acierto, sí expresa una intención que, a base de repetirla, se convertirá en normalidad. Y quizá esa sea la única normalidad en cuestiones de igualdad de género a la que accedan algunos individuos, pero menos es nada.
Tampoco tengo muy claro si la economía del lenguaje es siempre positiva. Basta con mirar algunos escritos de nuestros alumnos/as para darse cuenta de los estragos que ésta puede provocar (tb, pq, muxo, etc). Y en estas cuestiones siempre se me viene a la cabeza "1984". El interés que tenía el "Gran Hermano" por la neolengua, porque reducir el lenguaje era crear obedientes ovejas humanas.
Bueno, no estoy segura de haberme explicado después de este rollo, hermanita. Qué bien que nos hagas darle vueltas al coco, que se atrofia con las vacaciones.

Anónimo dijo...

excelente, ya era hora de ver un comentario de lengua.

La Narrattrice dijo...

ALGUNAS ACLARACIONES SOBRE LA ECONOMÍA LINGÜÍSTICA.

La economía del lenguaje es un fenómeno diacrónico e inconsciente que se da en la sociedad parlante, es decir, que ha regido los designios de la lengua a lo largo de su historia sin que el hablante sea consciente de ello. ¿Sabéis que las tendencias fonéticas actuales de las distintas regiones de la Península son las de la norma meridional? Cada vez más madrileños y castellano-leoneses pronuncian “cansao” y “ehpañol”, porque el esfuerzo articulatorio que se emplea en su elocución es menor. Y lo hacen sin darse cuenta del cambio fonológico que eso supone en la evolución lingüística; es un fenómeno que no se puede controlar.

Porque no olvidemos que el lenguaje verbal tiene como primera servidumbre la comunicación, y así, mientras más información seamos capaces de transmitir con menos esfuerzo, más eficaz será el mensaje. Y para nada esto es sinónimo de pobreza estilística (¿hay algo más económico, verbalmente hablando, que la metáfora, más sugerente que descriptiva?). Porque para que la eficacia sea completa, ha de acompañarse de una escrupulosa corrección morfosintáctica y léxica. Por muy elocuente que sea un orador, si cuando crees que está a punto de convencerte, acaba diciendo: *que no me se olvide, *arradio, *yo vos lo digo, *acojonao, etc., pues yerra en sus intenciones, está claro.

Los fenómenos a los que haces referencia son producto de dos hechos sociales:

1) La economía monetaria, que obliga a simplificar la escritura en los sms (y el esfuerzo, en los e-mails). Los chavales han creado un nuevo ARGOT para su comunicación “interna”, dentro de su grupo y como símbolo de identidad, que es difícil de descodificar para los que están fuera de ese grupo. Esto no debería suponer un problema, puesto que todos los grupos juveniles han creado siempre su argot (¿recordáis el cheli de los rockeros de los 70-80?), si no trasladaran esa peculiar forma de escribir al lenguaje académico, ya que entonces, es síntoma de:

2) El desprestigio de la cultura y el desprecio por el lenguaje, al que nuestros alumnos son incapaces de reconocer la gran capacidad de dominación que puede llegar a ejercer el que lo maneja con soltura. La clase media española juzgará más positivamente a una persona porque tenga un cuerpo de escándalo o porque conduzca un Mercedes, que porque manifieste una asombrosa fluidez verbal.

En Hispanoamérica, por ejemplo, donde la sintaxis y el vocabulario se cuidan con esmero, el buen uso del idioma significa cierta relevancia social, y por eso, cualquier campesino peruano se esforzará por hablar con mayor precisión y exactitud que un engreído universitario español.

Y este asunto da para muchos otros artículos. Seguiré buscando temas de vuestro interés.