miércoles, 28 de febrero de 2007

PECADOS DE JUVENTUD

Los medios de comunicación más sensacionalistas se rasgan las vestiduras porque el cantautor Víctor Manuel, reconocido militante izquierdista, haya compuesto y grabado, a los 19 años, una canción dedicada al dictador Francisco Franco. La letra, hemos de admitirlo, es bastante elemental e ingenua, propia de un niño de 10 años actual o de uno de 19 de hace cuarenta años.
Me parece una peripecia, una anécdota, más que un escándalo. Lo digo porque en nuestros años mozos solemos manifestar actitudes y opiniones propias de la inmadurez, muchas veces deslumbrados por los oropeles de la ideología imperante y del idealismo adolescente. Quien trabaja con zagales sabe dar el crédito que merece en cada ocasión a sus impetuosas exhibiciones/provocaciones.

Hoy que que llaman "periodismo de investigación" a fisgar en las hemerotecas del corazón a ver quién encuentra el plano más vergonzante de los comienzos (ya olvidados por ellos mismos) de artistas hoy consagrados, me espanto de esa doble moralidad que esgrime la libertad como maquiavélica arma para insultar y desacreditar al por mayor, pero luego atenta contra el derecho más fundamental del ser humano, que es ser dueño de su propia vida, de su historia, de su trayectoria, de sus desatinos, de sus ingenuidades y de sus secretos.

Esta noticia de Víctor Manuel me parece chusca, tanto como (salvando las diferencias) saber que Federico Jiménez Losantos militó en su juventud en organizaciones clandestinas de extrema izquierda. El chaqueteo es reprobable cuando oculta sucios beneficios económicos o de poder. Y para denunciar estas prácticas debería emplearse el periodismo. En este sentido, me asombra mucho más la CENSURA sin remordimientos que TVE infligió a la polémica entrevista de Quintero a José María García, con la aquiescencia de muchos puritanos.

La inocencia es una virtud que, desgraciadamente, se pierde con la experiencia, con la edad. Me gustaría seguir creyendo en los dogmas en los que me eduqué, pero dice un proverbio popular que “de la razón no hay regreso”. Emplear argumentos prehistóricos para atacar décadas después a los artistas me parece muy cobarde y peligroso, porque si uno es dueño de sus actos, por el mismo libre albedrío debe ser el único propietario de sus errores, desaciertos o rectificaciones. Evolucionar es un derecho y una manifestación del crecimiento interior del ser humano, pero parece ser que la privacidad es sólo un lujo del españolito de a pie. ¡Qué miedo da ser famoso!