jueves, 12 de julio de 2007

EL PITUFO


Viendo esta foto, no me he podido resistir a cederle el protagonista al Pepe, mi sobri, que tiene ya tres meses. ¿Es una pasada o no? ¡Pero qué le ha pasado en la frente, hermana, si no corre ningún peligro con su mami y abuela-policías! Me lo como enterito. Pues hala, a pasarlo bien todos, que yo me voy de crucero y ya sé cómo se dice chupito de hierbas en italiano, pa tener contento al Esposo.. Arrivederci!

martes, 10 de julio de 2007

RICKY MARTIN QUE ESTÁS EN LOS CIELOS, POSÉENOS

Antes de comentar el proximísimo crucero en el que vamos a embarcarnos el Esposo y yo el próximo 16 de julio, y la odisea que supuso hacerme el pasaporte, y los dos meses de vacaciones de los maestros, etc., no quiero que pase el tiempo sin hablar en este blog del acontecimiento musical del año en el pueblo: el concierto de Ricky Martin el día 1 de julio.

Y me interesa por varias razones: una, porque me ha ayudado a constatar que el paso del tiempo “desradicaliza” a las personas. Porque si alguien me hubiera dicho hace diez años que pagaría dinero para ir a un concierto de Ricky Martin, le hubiera denunciado por injurias, calumnias, afrenta y escarnio público. ¡Yo, firme detractora de los tíos buenos con cerebro vacío! Bueno, detractora de cualquiera con el cerebro vacío, o eso creía yo, aunque ahora dudo de que yo lo tenga lleno de alguna otra cosa que no sean migrañas y quebraderos de cabeza.

En segundo lugar, porque el último trabajo de este cantante ha supuesto un interesante giro musical y estilístico, y un consciente ejercicio por demostrar que su versatilidad da algo más de juego que mover con donaire tronco y extremidades. Dieciséis años después de su primer disco en solitario, este artista ha crecido, y esa madurez ha venido acompañada de cierto misticismo espiritual, de la añoranza de una infancia perdida por el marketing y las ansias de grandeza, y por una fundación humanitaria de ayuda a la infancia que suele servir, la mayoría de las veces, para lavar las conciencias de los millonarios arredrados por el exceso.

Sin embargo, pese a su voluntad de cambio, “Ricky Martin” sigue siendo un producto rentable, guapo y latino, y como tal, si pretende seguir teniendo cabida en la jungla del dinero y el éxito, tiene que seguir explotando ese físico portentoso y ese movimiento de caderas que enfervoriza a las hordas de treintañeras que vamos a sus conciertos, y que somos precisamente las que le recriminamos su discursito bienpensante sobre su paraíso perdido y su crecimiento espiritual, gritando desaforadas: “¡Poséenos!, ¡poséenos!”; “¡no hables tanto y quítate la camiseta! ¡tío bueno!”, etc. ;-)

Pese a todo, y aunque a Ricky Martin no le falta ni le sobra un gramo de nada, no debe de escapársele que el paso de los años, si bien cura el acné, no hace lo mismo con la certeza de que las arrugas y la flaccidez llegan, y de que un artista que pretenda vivir exclusivamente de su físico tiene los días contados en el panorama musical. Así que ha aliñado la materia prima con algo de talento, y la jugada le ha salido bastante bien.

Pero no nos engañemos: el concierto tenía una única razón de ser, que era explotar el cuerpo del cantante, con espectaculares y continuos cambios de vestuario, cada cual más ceñido e insinuante, y una coreografía diseñada para un físico 10. Sobre esa piedra angular se cimienta un espectáculo asombroso de luces y bailarines buenorros con una voz, la de Ricky Martin, limitada, pero suficiente. Y no faltó de nada. El retraso y la masificación a la entrada del estadio le fueron perdonados enseguida, en cuanto salió al escenario y mostró esa radiante sonrisa. El público, numerosísimo, se sabía pocas de sus canciones (que es lo que pasa cuando un cantante exhibe más que canta) y se conformó cuando se puso fin a la función coreando masivamente “Tu recuerdo”. Creo que todas sabíamos a lo que íbamos y salimos satisfechas. Ummmmmmmmmm. Muy satisfechas, diría yo…