viernes, 12 de diciembre de 2008

LO TUYO ES PURO TEATRO. CAPÍTULO 11. Algunos meses después.


Cuando el Fernan se levantaba de la cama que antaño había sido del Armario Ropero, ya hacía horas que la Yanqui había madrugado, se había afeitado, perfumado, engalanado con su traje de chaqueta barato del trabajo, desayunado unas magdalenas con cola cao y encaminado sus pasos cuesta abajo hacia el Corte Inglés de Princesa. Estaba pensando en dejar el curro. Así que le había dado su currículum a Divina para que la enchufara en la tienda de ropa donde ella trabajaba. En poco tiempo cambiaría la corbata y los zapatos de cordones por deportivas y pantalones estrechos. Se sentía liberada, feliz, jovial. Tenía ganas de de empezar a ser otra Yanqui. Más accesible, menos avejentada. Últimamente respiraba el mismo aire contaminado que siempre, pero lo hacía hinchando los pulmones con satisfacción, con holgura.

Recordaba con humor la mañana en que el Armario le dijo que estaba cansado de trabajar en la sauna y que se iba a Andorra con su hermano, de camarero en un hotel. Ella pensó que un poco de disciplina (y de efectivo) no le vendría mal, así que lo dejó marchar, confiando en que regresaría con otra perspectiva de vida, más responsable. La Yanqui se refugió de la soledad conyugal en brazos de Divina y la Manolita, que la desparramaron por el ambiente de Chueca como hacía mucho tiempo que no hacía.

El amado duró en Andorra tres semanas. Volvió con las de siempre: sin dinero, sin ganas de trabajar y muerto de celos. Lo que el infeliz no había pensado es que durante esos veinte días, la separación había inoculado en su novio el recuerdo de la soltería, el deseo de recuperar la libertad. La venda de apasionamiento que lo cegaba se había ido aflojando, y bastó una nueva escena de celos para que se cayera definitivamente. Y fue de regreso de la compra, al día siguiente de su regreso, una mañana en que la Yanqui libraba. Nada más dejar las bolsas sobre la cocina, oyó a sus espaldas, de nuevo, la misma cantinela de siempre:

- Qué pasa, que no has hecho otra cosa que mirar a todos los chulazos que se te han cruzado por el camino, maricón.

La Yanqui estaba acostumbrada a esos exabruptos enfermizos, pero esta vez, la dignidad recuperada durante esas tres semanas le asaltó como un resorte, dejando salir toda la ira y la resignación que había estado conteniendo en los últimos años de relación. Frunció el ceño y lo miró con odio desde sus ojos miopes. Por primera vez no le gustó lo que veía. Ya no le estremecía su pelo rojizo, no le camelaban los ojillos chisposos, no se rendía ante los bíceps torneados. Más bien al contrario. Se despertó enérgicamente en su interior un arrebato de aborrecimiento, de tedio, de desdén. Lo odiaba, lo despreciaba. Con exasperación. Sentía deseos de abofetearle con furia. Sabía que era inútil una pelea física: el Armario lo vencería siempre, y al final acabarían en la cama con una reconciliación masoquista, como de costumbre. Decidió agarrar aquel toro por los cuernos. Se fue al dormitorio. El Armario asistía a aquel arrebato silencioso, incrédulo, y no supo reaccionar cuando la vio aparecer con la enorme maleta que apenas acababa de deshacer él mismo pocas horas antes:

- Me voy a trabajar, mariconazo. Cuando vuelva, no quiero verte NI A TI NI A TU MALETA.

Se dio media vuelta y se largó, cerrando tras de sí con un contundente portazo. Qué poco le había costado dar ese paso, y cuánto tiempo había necesitado para darlo.

Esa misma noche, el Fernan se instalaba por fin en la habitación de la Yanqui, ocupando el hueco deleble que había dejado la ruptura de aquel marimonio mal avenido. Con unas pocas noches de juerga, la Yanqui empezó a infiltrarse en el apasionante mundo de los Osos. Entraba y salía de casa continuamente, siguiendo las huellas de su hermana la Divina, dejando ambas el piso, sin saberlo, en las terroríficas manos del Fernan.

Un mediodía, la Yanqui se acercó a comer a casa. Los ratones habían muerto (y no precisamente devorados por ninguna boa constrictor), y su recuerdo había sido sustituido ahora por un inquilino felino y bigotudo de sugerente nombre. Pero en el salón seguía sin haber espacio libre, a juzgar por el caos mobiliario que la instalación definitiva del Fernan había supuesto en toda la casa. La Yanqui se aflojó la corbata y se puso cómoda. Fue hacia la cocina. Necesitaba lavar algo de ropa. Abrió la lavadora y se encontró dentro con los restos textiles acartonados de lo que parecía ser una lavadora puesta por el Fernan hacía semanas. Fue sacando el bulto de pergamino, atónita, sin dar crédito a lo que estaba contemplando. La colada estaba, efectivamente, más tiesa que un garrote, enmohecida, maloliente. No era la primera vez que el Fernan ponía una lavadora y la condenaba al olvido por los siglos de los siglos. La Yanqui gruñó, cogió una bolsa de plástico del Plus Superdescuento y metió allí todo el ajuar de cartón piedra. La dejó detrás de la puerta y puso su lavadora. Cuando terminara, la tendería con mimo y volvería a introducir dentro de la máquina la amalgama del Fernan, blasfemando para que, la próxima vez que necesitara hacer la colada, aquella bola de ropa hubiera desaparecido de allí dentro.

El Fernan pasaba de la cama al sillón. Se rascaba la cabeza, se desperezaba, tonteaba desganadamente con la guitarra, ponía un rato el TeleMadrid. Cuando tenía hambre se dirigía a la cocina, pero al ver el panorama, decidía, la mayoría de las veces, echarse a la calle a desayunar. “Me compraré una palmera en los chinos de la esquina”. Después se iba a visitar a una amiga hasta la hora incógnita de trabajar. Tras el efecto rejuvenecedor del divorcio de la Yanqui, también él tenía ganas de hacer algo nuevo con su vida. Un amigo influyente, fascinado con su cuerpo y con sus ojos, le había hablado de una plaza vacante de conserje en un organismo público, así que estaba moviendo los hilos para conseguirle el puesto. Una vez allí, con las horas muertas tras el mostrador, decidiría matricularse en la UNED y empezar una carrera filosófica.

Divina seguía con su frenético ritmo de vida. Yo ya me había marchado de Madrid y no tenía que compartir sus sábanas con nadie que no fuera un rollo nocturno. Solía aparecer por el piso bien entrada la tarde-noche, y como pocas veces coincidía con nadie, se comunicaba con la Yanqui mediante post-it amarillos pegados en las puertas de las habitaciones. Nunca su relación amistosa había sido antes tan fluida.

“Mari, te dejo encima de mi mesilla los 200 euros del piso para que se los ingreses al dueño. Recuerda que el Fernan, aunque lleva viviendo aquí desde que nos mudamos, AHORA que duerme en la cama del Armario Ropero tiene que pagar el alquiler. Que duermas bien, querida”.

“Yan, ya he entregado el currículum, me han dicho que en esta semana te llaman. Besitos y achuchones”.

“Mari, dile al Fernan que no, que no he cogido prestada su camiseta roja sin mangas, que mire dentro de la lavadora a ver si POR CASUALIDAD reside allí”.

“Yan, que la Manola y yo nos vamos este fin de semana a Londres, que me ha invitado a conocer a un maromazo. Te traeré un souvenir súper-mariquita”.

“Diva, mi primo el Juanpa viene el fin de semana. No hace falta que quites los pósters”.

“Yan, que dice el Fernan que por qué su camiseta roja sin mangas es ahora rosa y de tirantas, que si es posible que la lavadora se haya jodido, y que si tú sabes algo del tema o si no que llames al dueño”.

“Mira Mari, dile al Fernan que kdfrnqopákdgoemvnzbañrpoqamfnzmanldfjvc”.

Era tan apacible la convivencia desde la expulsión de la casa del esposo, que Divina no se imaginaba la que le esperaba aquella plácida noche de viernes, cuando llegó al hogar familiar a emperifollarse para irse de picos pardos. Abrió la puerta con su llave, como de costumbre, atravesó el túnel del pasillo, le dio una patada a un mazacote informe que estorbaba por el medio, abrió la puerta del salón, se agachó para recoger del suelo al gatito Pussy, y al levantar la mirada y el cuerpo se encontró con la Yanqui en mitad del salón, con los brazos en jarras y hecha un basilisco.

Había llegado un rato antes dispuesta a cocinarse algo, pero el poyo de la cocina parecía un campo de batalla abandonado y sangriento. Los hornillos estaban negros y grasientos. No había ni una olla limpia, todos los cazos y peroles se amontonaban por doquier, sin lavar, con restos de comida antigua repegada en bordes y fondo. Las latas de atún hacían cría en un rincón, pues no cabían más en la bolsa de basura. No había nada guardado en su sitio: los cubiertos y los vasos se apilaban en un mugriento fregadero que iba a reventar; todos los envases alimenticios estaban vacíos: el del aceite, el de la leche, el paquete de sal, el de los espaguetis. Y todos por el medio. La bayeta estaba tan tiesa y oscura como la colada del Fernan y además olía a vinagre. El fairy se había acabado. La pringue lo impregnaba todo.

A la Yanqui empezaba a salirle humo por la orejas. Echó un vistazo al salón, pero el paisaje era aún menos alentador. La mesa había desaparecido bajo los restos endogámicos que mezclaban desayunos y cenas, cancioneros de Serrat y colillas, cervezas y púas de guitarra. Parecía que nadie se percatara de aquella debacle. Al lado del sofá se había derramado en tiempos una cerveza sobre el parqué, y por no juzgar adecuado en ese momento limpiarlo de inmediato con una fregona, se había depositado encima un ejemplar de la Shangai con la cara de Jesús Vázquez en la portada, para que empapara. La Yanqui procuró en ese instante despegarla del suelo, pero se había adherido con tanta fuerza que, meses después, cuando el dueño del piso decidiera adecentarlo mínimamente para la llegada de nuevos inquilinos, el rastro imborrable de la cara del presentador permanecería allí concienzudamente, como si de una aparición espectral se tratara: era el rostro gay de las caras de Bélmez.

La Yanqui con Divina; señaló, fuera de sí, el rastro de la Shangay sobre el parqué; aludió, histriónicamente, a las tazas, platillos, cubiertos y cacerolas de encima de la mesa; presentó con desencajamiento mandibular las latas de sardinas y atunes del poyo de la cocina, y cuando su discurso empezó a ser ininteligible, masculló en voz queda:

- Pero esto ¿qué es? ¿Una competición a ver quién es más guarra? ¿Es que no es posible que kaeijgna camodakjqòdkfnjq ieutyajorkcmzañaqpan dnmakpñoigfjdhfjhdnfzh?

A falta de una tila, a Divina solo se le ocurrió decir que ya iba siendo hora de hablar con el Fernan.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Aunque parezca increíble, este tipo es Cat Stevens, actualmente Yusuf Islam,p opularísimo cantautor británico de los años 60 y adalid del movimiento hippie hasta que, tras un accidente náutico en el que se encomendó a Alá y en el que estuvo a punto de perder la vida, se convirtió al Islam y se convirtió en un musulmán integrista. Abandonó su faceta musical, llegando a vender sus bienes artísticos, como las guitarras, para fundar obras sociales.

En los años 80 apoyó la pena de muerte contra el autor de "Versos satánicos", Salman Rushdie, por lo que se le prohibió la entrada en Israel.

Actualmente ha vuelto a la música y ha recuperado algunos de sus temas, como el siguiente, que podéis juzgar en cuál de las dos versiones os gusta más: "Wild world".

Julita sigue imparable, Malaventura le va detrás, y Grávida (ahora no ya tan grávida) consigue unos puntillos más.

WILD WORD



lunes, 24 de noviembre de 2008

QUIÉN TE HA VISTO Y QUIÉN TE VE. 13


1ª PREGUNTA: Nombres, sí, sí, en plural, que ha ido adquiriendo este señor a lo largo de su trayectoria (1 PUNTO).
2ª PREGUNTA: Actividad o movimiento por los que alcanzó fama internacional en los años 60 (1 PUNTO).
3ª PREGUNTA: Experiencia pseudo-mística que le cambió la vida (1 PUNTO).
4ª PREGUNTA: ¿Por qué fue expulsado de Israel a finales de los 80? (1 PUNTO)

¡Suerte y hasta el fin de semana!

domingo, 9 de noviembre de 2008

CUESTIONES LINGÜÍSTICAS V. LATINAJOS


En el español moderno se emplean, especialmente en el ámbito culto o científico, abundantes expresiones tomadas literalmente del latín, con su significado original. Suponen, la mayoría de las veces, un enriquecimiento estilístico del texto y una manifestación léxica de ciertos tópicos lingüísticos que requerirían, en castellano, una definición y explicación más amplias. Sin embargo, no dejo de asombrarme de cómo en profesiones a las que se les supone un conocimiento idóneo del idioma, como es en el periodismo y otros medios de comunicación, así como en algunas disciplinas humanísticas o políticas, se emplean estas expresiones con tanta ligereza e ignorancia, que son convertidas en vulgarismos. Estos usos espurios de los latinismos, llamados latinajos, evidencian no solo la incultura lingüística de quien los emplea, sino también el fútil intento de aparentar una erudición inexistente. Es como cuando algún famoso de nuevo cuño pretende hacer una declaración sentenciosa y acaba errando de mala manera. Así le pasó al torero Francisco Rivera cuando, en tono enojado, enunció: “Es que los periodistas transgiversáis todo lo que se os dice”, en lugar de tergiversar. Hace una semana oía la misma perla de labios de otra erudita del papel cuché, la inefable Mar Flores.

En cuanto a los latinajos, mi consejo es sencillo: han de usarse correctamente cuando se conozca su gramaticalidad y significado; si no es así, ¿por qué complicarse la vida? Utilicemos el castellano, no por eso empobreceremos nuestro discurso.

De entre los latinajos más habituales, sin duda el que más chirría en mis oídos, por lo cotidiano, es el motu proprio. Significa “por iniciativa propia”, y ha de emplearse tal cual aparece escrito (proprio con dos erres), y sin ninguna preposición, ya que la propia expresión latina se encuentra en ablativo (caso de la declinación que expresa los complementos circunstanciales, y que no precisa, en la mayoría de los casos, de ninguna partícula antepuesta). Así diremos: Me he involucrado, motu proprio, en este negocio, así que he de aceptar sus riesgos. Y no: *de motu propio. Otro latinismo similar es grosso modo¸ que significa “sin entrar en detalles, a grandes rasgos”, y que, al igual que el anterior, ha de emplearse sin preposición (nunca se debe decir *a grosso modo). Así que lo emplearemos así: Éstos son, grosso modo, los cinco grandes objetivos de nuestro proyecto.

Aquí tenéis otros latinismos habituales, los cuales exhorto a que sean empleados con fruición en vuestros discursos, pero, eso sí, con toda la corrección que merecen:

· Ab initio: desde el principio.

· Ad hoc: para el caso, con ese propósito.

· Alma máter: madre nutricia, la Patria o la Universidad. También el origen creativo o espiritual de un proyecto.

· Álter ego: el otro yo, persona con la que se produce una total identificación. En literatura, personaje que representa la ideología de su autor.

· De facto: de hecho, efectivamente.

· Et in secula seculorum: por los siglos de los siglos.

· Ex professo: a propósito, con ese fin.

· In albis: en blanco.

· In illo témpore: en aquel tiempo, en aquella época.

· Ipso facto: inmediatamente, en el acto.

· Mutatis mutandis: con los cambios que sean necesarios.

· Quid pro quo: una cosa por otra, sobre todo se emplea para indicar que se toma erróneamente una opción por la otra.

· Rara avis: ave extraña, persona o cosa difícil de encontrar.

· Sine die, sin día fijado.

· Sine qua non: se dice de una condición indispensable.

· Statu quo: en el estado actual, especialmente en el terreno sociopolítico.

· Stricto sensu: en sentido riguroso.

· Tótum revolútum: revoltijo, confusión total.

· Vade retro: retrocede, se emplea para rechazar algo tentador.

· Verbi gratia: por ejemplo.

· Vox pópuli: rumor popular.

En cuanto a aforismos célebres, son habituales los siguientes:

· Alea iacta est: la suerte está echada.

· Aurea mediocritas `Dorada mediocridad´. Expresión del poeta Horacio que ensalza las virtudes de la moderación en la vida.

· Carpe diem ‘Aprovecha el día [de hoy]’, aprovecha el tiempo, literalmente, ‘cosecha el día’.

· Deus ex machina: En teatro clásico, alusión a un elemento externo que resuelve una situación, fuera de la lógica que impera en la misma.

· Excusatio non petita, accusatio manifesta: Significando que una excusa o disculpa no pedida es una autoimplicación.

· Primum vivere deinde philosophari: Primero vivir, después filosofar (de Hobbes, aunque creo que ya la había empleado antes Sócrates o Aristóteles).

· Verba volant, scripta manent: Las palabras vuelan, los escritos se mantienen.

lunes, 20 de octubre de 2008

BOOBA Y KIKI

Hablando de literatura... y de experiencias psicotrópicas (lo digo por lo de los monguis), a ver si esta segunda cuestión literaria os atrae algo más. Uno de los aspectos más llamativos del lenguaje literario es el empleo de figuras retóricas, que son recursos que desvían la lengua literaria del uso normal y cotidiano, consiguiendo efectos sorprendentes. El recurso expresivo más popular es la metáfora, que consiste en asociar dos términos lingüísticos por la semejanza estética que pueda existir entre sus referentes. Así, el canon de la belleza femenina en los Siglos de Oro se reflejaba, en la poesía lírica, en metáforas recurrentes como: cabellos de oro (por el rubio); las perlas de la boca (por la blancura de los dientes) o el clavel temprano (por el rojo de los labios), asociando cada pareja de términos por los colores de los dos objetos que se comparaban.

A principios de siglo XX, el Modernismo impuso una estética melódica y cuajada de recursos fónicos, semánticos y sintácticos que evocaran a los cinco sentidos: colores luminosos (vista), música instrumental (oído), terciopelos y sedas (tacto), frutas y dulces (gusto) y flores perfumadas (olfato). En esta eclosión sensorial, tuvo gran éxito una figura retórica que consistía en asociar dos impresiones que se perciben por diferentes sentidos. Así, Juan Ramón Jiménez hablaría de "una caricia rosa" (tacto/vista); Rubén Darío, de "sonoro marfil" (oído, tacto).

En la lengua de uso común, es habitual emplear también este recurso, que es de una expresividad enorme, y por eso calificamos a un amarillo muy intenso como de "amarillo chillón".

Este recurso no afecta solamente al campo literario. El término está tomado de una sensación semejante producida por ciertas drogas alucinógenas, a las que los modernistas y simbolistas eran muy aficionados. De esta manera, podían ver un rojo con mayor intensidad, si percibían un sonido muy agudo; o apreciar un sabor como mucho más dulce si tocaban una superficie suave.

Algunos estudios revelan que, en el caso de los sonidos, éstos no son asignados a los objetos (percibidos por la vista o el tacto), por parte de los hablantes de una lengua, tan arbitrariamente como Saussure pensaba. En un conocido experimento psicológico, se pidió a los encuestados que dijeran cuál de las dos siguientes figuras se llamaba Booba y cuál Kiki. El 98% de los preguntados coincidió en sus respuestas. Y tanta coincidencia no puede ser casualidad. O sea, que tras lo que se puede considerar una percepción anómala, debe subyacer una explicación psicológica que, de momento, se me escapa.


1ª) Pregunta (dejaos llevar por la intuición): ¿A cuál de ellas asignarías cada nombre? Yo, desde luego, lo he clavado.

2ª Pregunta: ¿Cómo se llama este recurso literario y percepción sensorial a la que hemos estado aludiendo? ¿Conocéis algún otro ejemplo?

Moderaré los comentarios para ver si coincidís en vuestras respuestas.

miércoles, 15 de octubre de 2008

RESPIRAR

Esto de respirar tiene su aquél… Estoy tan emocionada con mis nuevas y desobstruidas fosas nasales, que no dejo de inventar una excusa para sacarlas de paseo y darles uso: que si voy correteando por los pasillos del instituto porque llego tarde (y entro en clase, sin acezar –palabra dedicada al Friki-), que si me voy a andar todos los días una horita con la Zampa a las Mercedes, y a buen ritmo; que si Antolín sigue la tabla de ejercicios del Prenchi yo también la voy a probar, a ver qué tal; uy mira, ¿tú no sabías bailar sevillanas hace veinte años?, creo que sí, pero se me ha olvidado, con lo que me gusta el flamenco y Camarón, pues venga, me apunto a clases de iniciación, total, una hora de pie, taconeando y con los brazos en alto me la hago yo con los ojos cerrados… Y es que me parece tan insólito este hábito de respirar fisiológicamente, que no dejo escapar la ocasión de demostrármelo para acabar de creerlo. Sí, mi nariz sigue siendo estéticamente grande, a pesar de algunos que me querían poner la naricilla de Nicole Kidman, pero qué gusto da la tremenda porción de oxígeno que ahora penetra por mis narinas…


Lo del deporte y yo ha sido una relación de odio recíproco siempre, no nos vamos a engañar. Al minuto de echar la carrera o de intentar botar uniformemente un balón, ya tenía un flato espantoso en el costado, amén del ataque de asma en primavera que me convidaba a huir del menor esfuerzo físico. Ahora me parece una auténtica liberación. Y no, no seáis malpensados, que no acabaré metida en el club de triatlón, que no soy persona de grandes vicios… y las rachas me duran poco. Pero mientras pueda y me haga ilusión, seguiré haciendo alarde de estas inspiraciones nasales que tras hacer su calefactorio recorrido por los cornetes, llegan directamente a los pulmones, sin tener que rendir cuenta a una laringe ya de por sí bastante machacada por el paso de los años y las explicaciones pedagógicas.

Y hablando de pedagogía… y de narices. A lo mejor no es mala idea iniciar una sección literaria, a ver si refrescamos los conocimientos del BUP. ¿Alguien recuerda qué tipo de composición métrica es ésta (tipo de verso, estrofa y rima)? ¿A quién estaba dedicado el poema? ¿A qué movimiento literario pertenece? ¿Qué significan las palabras destacadas?


Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una alquitara medio viva,
érase un peje espada mal barbado;


era un reloj de sol mal encarado,
érase un elefante boca arriba,
érase una nariz sayón y escriba,
un Ovidio Nasón mal narigado.


Erase el espolón de una galera,
érase una pirámide de Egito,
las doce tribus de narices era;


érase un naricísimo infinito
frisón archinariz, caratulera,
sabañón garrafal, morado y frito.

lunes, 13 de octubre de 2008

QUIÉN TE HA VISTO Y QUIÉN TE VE 14. SOLUCIÓN.

El peculiar personajazo se llama George Alan O'Dowd, Boy George para sus fans, y se hizo muy popular con su grupo ochentero "Culture Club". Algunas de sus canciones más pegadizas fueron "Do you really want to hurt me" (todo el día en Cadena100) o "Karma Chameleon" (que sonó en el Furor inaugural).

Daría por válidos calificativos como "extravagante", "excéntrico", "andrógino", "escandaloso", "iconoclasta", "rompedor", "provocador"... Pero vamos, lo de "castaña" está cogido por los pelos...

Ya habéis reseñado algunas de sus anécdotas. Muchas no son nada originales (drogas, sexo y rock&roll), pero otras son curiosas: se ha dedicado a escribir libros (una autobiografía en dos partes y un libro de cocina macrobiótica), a viajar por el mundo como DJ, a fundar un sello discográfico More Protein, a la fotografía, a escribir un musical que llegó a Broadway Taboo y a diseñar ropa B-Rude.

Bienvenida a Lorea, que con una sola participación no es la última del ránking. Y a mi hermano quiero decirle, DE NUEVO, que no por publicar dos veces la misma respuesta va a doblar los puntos, listillo, ajajaja. A principios de año pondré a cero los marcadores y le daremos la medalla al correspondiente ganador, que ya se va perfilando, aunque todavía no hay ganadores asegurados.

Así me gusta. Que volváis a cogerle el tranquillo a esto.

Besos

miércoles, 8 de octubre de 2008

QUIÉN TE HA VISTO Y QUIÉN TE VE 14.

1ª PREGUNTA: Nombre artístico y nombre real de este "peculiar" personaje (1 punto).
2ª PREGUNTA: Defínelo con un solo calificativo, y no vale "peculiar" (puntuaré la precisión léxica y la exactitud de la cualidad asignada) (0,5 puntos).
3ª PREGUNTA: ¿Cómo se llamaba el grupo con el que alcanzó la popularidad? ¿Puedes citar algún título de éxito? (Si escuchas kiss fm o cadena 100 no te será difícil) (1 punto).
4ª PREGUNTA: Reseña alguna anécdota sobre su trayectoria vital o artística que consideres digna de 1 punto.

sábado, 20 de septiembre de 2008

LA PALESTRA

Desoyendo los sabios consejos de Malaventura, voy a sacar a esta palestra a algunos prototipos antropológicas (la ministra añadiría aquí ahora: "y protitipas") que me tocan las pelotillas con su:

a) descortesía

b) poca profesionalidad

c) cara dura

d) hediondez genuina


o cualesquiera otros defectos que considere contrarios a la buena educación, modales y correcto desempeño de las obligaciones de uno. Y me referiré a ellos como ARQUETIPOS y no como individualidades, porque suele tratarse de VICIOS SOCIALES, que no han cambiado nada desde que Don Mariano de Larra escribiera sus geniales Artículos.

En el fondo tengo que admitir que, en un principio, lo que quiero con todo esto (porque admito que soy quisquillosilla) es quitarme alguna que otra espinita, como la del camarero que ayer se negó a ponerme una manzanilla con anís (muy digestiva, por cierto, después de una copiosa cena en la Silera) porque era la 1 de la mañana y tenía ya limpia la máquina del café. (¡Ni que le hubiera pedido una absenta!). Hay que entender que, para calentar el agua de la manzanilla, la máquina del café se pone hecha un asco. En concreto, dos litros de Cillit bang se necesitan para fregar las gotas del vapor de agua que quedan en una máquina de café de bar cuando uno calienta una tacita. Igual que cuando se fríen unas sardinas en la vitrocerámica. Lo mismo o más que el tomate frito casero cuando se cocina en la olla.

Hubiera preferido, en todo caso, que emulara al genial Fígaro y me dijera: "Vuelva usted mañana", que mañana se la pongo; a esgrimir una excusa tan poco consistente.

lunes, 15 de septiembre de 2008

RADIO LANARRATTRICE ATIENDE VUESTRAS PETICIONES MUSICALES...

Anónimo pablo-sam dijo...

pues vamos con una nueva entrega de musica africana

esta vez nos vamos a senegal, africa tropical

este tio es todo musica superrelajante, pero eso si, transmite africa en cada nota. esta cancion es la mas famosa, si os gusta mirar cualquier cosa mas que encontreis, yo tengo dos discos de musica suya y es toda buenisima y te parece oler africa con cada cancion




se llama ismael lo y la cancion Jammu Africa, espero que os guste

blanca mujer de hermosa nariz, subes el video, please

11 de septiembre de 2008 19:54

(Lanarrattrice dice: Uy, no te puedes imaginar Sam, no me vas a reconocer cuando me veas...)

lunes, 1 de septiembre de 2008

TIENE NARICES LA COSA

Hola a todos. Escribo este post para agradeceros el interés mostrado por mi estado de salud después de mi operación. Y también para deciros que estoy muy bien, que si no llega a ser por un espantoso dolor de cabeza que me amargó el postoperatorio (y que me tuvieron 20 horas sin comer ni beber), esto hubiera sido coser y cantar. Ahora estoy un poco amoratada, y con la férula en la cara hasta el jueves, en que espero reincorporarme al trabajo y a la vida habitual. La inflamación puede tardar incluso meses en remitir del todo, sobre todo por el injerto que me han hecho, así que no sé cuándo volveré a tener un aspecto normal.

Lo que estoy deseando es que me baje la hinchazón y se me curen los puntos internos para poder estrenar la respiración nasal, que tiene que ser una pasada, habida cuenta de que es un acto reflejo del que yo no he hecho uso en mi vida.

Para despedirme, y como viene tan al caso, quiero recordar este antológico monólogo de Cyrano de Bergerac dedicado a su nariz, una joyita literario-cinematográfica. Nos vemos.


Cyrano: agresivo: ‘Si en mi cara tuviese tal nariz, me la amputara’. Amistoso: ‘¿Se baña en vuestro vaso al beber, o un embudo usáis al caso?’ Descriptivo: ‘¿Es un cabo? ¿Una escollera? Mas, ¿qué digo? ¡Si es una cordillera!’. Curioso: ‘¿De qué os sirve ese accesorio? ¿De alacena, de caja o de escritorio?’. Burlón: ‘¿Tanto a los pájaros amáis, que en el rostro una alcándara les dais?’. Brutal: ‘¿Podéis fumar sin que el vecino- ¡Fuego en la chimenea! - grite?’. Fino:’Para colgar las capas y sombreros esa percha muy útil ha de seros’. Solícito: ‘Compradle una sombrilla: el sol ardiente su color mancilla’. Previsor: ‘tal nariz es un exceso: buscad a la cabeza contrapeso’. Dramático: ‘Evitad riñas y enojo: si os llegara a sangrar, diera un Mar Rojo’. Enfático: ‘¡Oh, Nariz!… ¡Qué vendaval te podría resfriar? Sólo el mistral’. Pedantesco: ‘Aristófanes no cita más que un ser sólo que con vos compita en ostentar nariz de tanto vuelo: el Hipocampelephantocamelo’. Respetuoso: ‘Señor, bésoos la mano: digna es vuestra nariz de un soberano’. Ingenuo: ‘De qué hazaña o qué portento en memoria, se alzó este monumento?’. Lisonjero: ‘Nariz como la vuestra es para un perfumista linda muestra’. Lírico: ‘¿Es una concha? ¿Sois tritón?’. Rústico: ¿Eso es nariz o es un melón?’. Militar: ‘Si a un castillo se acomete, aprontad la nariz: ¡terrible ariete!’. Práctico: ‘¿La ponéis en lotería? ¡El premio gordo esta nariz sería!’. Y finalmente, a Píramo imitando: ‘¡Malhadada nariz que, perturbando el rostro de tu dueño la armonía, te sonroja tu propia villanía!’. Algo por el estilo me dijerais si más letras e ingenio vos tuvierais; mas veo que de ingenio, por la traza, tenéis el que tendrá una calabaza, y ocho letras tan sólo, a lo que infiero: las que forman el nombre: Majadero.

QUIÉN TE HA VISTO Y QUIÉN TE VE 13. SOLUCIÓN


Thomas Anders, cantante de Modern Talking, grupo alemán de música disco-fox y única banda que ha conseguido cinco singles consecutivos en el número 1 en Alemania junto a Boney M. Algunos de sus éxitos sonados fueron: "You're My Heart You're My Soul"; "Cheri Cheri Lady" o "Brother Loui", del que os dejo el vídeo; seguro que recordáis el tema.

miércoles, 27 de agosto de 2008

QUIÉN TE HA VISTO Y QUIÉN TE VE 13.

Este señor es cantante, ¿no? O al menos lo era. Ochentero, como la mayoría de personajes que salen en esta sección. Me conformo con que me digáis su nombre, el de su grupo y el título de alguno de sus éxitos (3 puntos).

jueves, 21 de agosto de 2008

TEATRO CLÁSICO

Edipo significa, en griego, “pies hinchados”. El pasado martes asistí a la representación de la tragedia de Sófocles Edipo Rey, del “Festival de Teatro Clásico” de Mérida. Lo de los pies lo aclaro porque sería de esta zona de la que se resentiría el personaje toda su vida, y hasta la mitad de la obra en que aclararon este punto, no pude comprender la histriónica manera de moverse por el escenario del actor protagonista, Ernesto Alterio, cuyos inverosímiles desplazamientos cojitrancos se me antojaban una reminiscencia del inefable Chiquito de la Calzada. Si a ello le sumamos una artificial forma de engolar la voz (con un acento que a duras penas podía disimular su genética raíz argentina), tenemos una mítica tragedia griega, con una sencilla pero emocionante puesta en escena (me encantó el original tratamiento del coro) y unos actores dignísimos… tirados a la basura porque la actuación del que había de ser el soporte maestro de la obra renqueaba, como Edipo. Le eché la culpa al director, Jorge Lavelli, por haber descuidado esos tics de su actor principal, aunque ahora dudo de que Alterio-hijo hubiera dado más de sí. Es una pena, porque ya digo que la obra, en su conjunto, merecía la redundancia.

Las dos obras de teatro clásico a las que he podido asistir este año en el Festival de Mérida (Las Troyanas y ésta) han tenido poco éxito de público. La primera fue excesivamente larga y, creo, demasiado verbal, para lo que estamos acostumbrados con el teatro-performance contemporáneo. A mi me fascinó, sin embargo. Quizá porque unos días antes había refrescado en mi memoria la historia de la guerra de Troya, por lo que ninguna de las anécdotas o nombres que se mencionaban en la representación me eran ajenos, y por tanto, pude seguir perfectamente el argumento.

Pero he de admitir que al teatro clásico hay que ir con los deberes hechos. Se trata de representaciones basadas en textos primigenios, que de sobras deberíamos conocer (no suele ser así ni siquiera para los que deberíamos estar más ilustrados en el tema) para poder apreciar sus matices. Y que suelen estar sustentadas más en las actuaciones de los actores y en sus monólogos y diálogos, que en la escenografía (desnuda la mayoría de las veces, ¿o es que se necesita ornamentación alguna en un teatro tan fabuloso?), los efectos especiales o la interacción con el público (inexistente). Al espectador del siglo XXI le pueden parecer demasiado simples, aburridas, o cargantes estas obras clásicas. Y si algún director se pasa de original (¡dios mío, qué horripilante representación de Lisístrata tuvo lugar hace unos años!), despista al espectador intelectual y hace flipar al desacostumbrado.

Quizá otra de las causas de esta desconexión del público actual con el teatro clásico sea que las tragedias que plantean Edipo, Medea o Antígona nos sean muy lejanas hoy día. Probablemente no entendamos esa relación tan complicada entre hombres y dioses, o el sangriento y funesto final. Las tragedias griegas tenían una finalidad moralizante y purificadora. Pretendían causar en el espectador temor, arrepentimiento y propósito de enmienda, y mostrarles las terribles consecuencias que les podía esperar si se dejaban arrastrar por sus pasiones, como les ocurría a sus protagonistas. Esa catarsis ya no es posible en los tiempos que corren. Por otro lado, no hay que negar que en la actualidad, el teatro es una alternativa de ocio poco atractiva para quienes pueden recurrir a una espectacular y efectista sesión de cine o sumergirse en las conseguidísimas aventuras gráficas de los vídeo-juegos.

De nuevo, la clave está en los conocimientos previos. En mi tarea docente, cualquier explicación sobre historia de la literatura me remite una y otra vez a la Antigüedad Clásica, por lo que tengo que ponerme las pilas retrospectivamente. Estas mínimas pinceladas me han venido de perlas para apreciar y disfrutar mejor las obras teatrales que voy a ver. Y aún así, a veces salgo desconcertada.

Por eso me reitero en mi consejo de asistir al teatro con “los deberes hechos”. A lo mejor una simple aclaración sobre la identidad de los personajes sea suficiente. En una ocasión me colé en una ópera y quise fenecer de indiferencia: mea culpa, por meterme donde no me llaman. Me hubiera pasado lo mismo en un partido de fútbol. La ignorancia castiga con el aburrimiento.


EDIPO REY. Preámbulo.

A Edipo, su padre Layo, el rey de Tebas, lo mandó abandonar, recién nacido, en el monte Citerón, con los pies perforados y atados con una cuerda. Su temor era que se cumplieran los presagios del oráculo, que había vaticinado que su hijo acabaría asesinándolo y desposándose con su propia madre. Lo que el infeliz Layo no sospechaba es que el siervo que lo debía abandonar, compadecido, lo entregaría a otro hombre y el pequeño Edipo sería criado por otro matrimonio de la ciudad de Corinto (otras versiones cuentan que fue un pastor el que lo encontró, colgado por los pies, de un árbol).

La ignorancia del pobre cojuelo sobre su origen verdadero, junto con una incapacidad por resolver los consiguientes vaticinios de los dioses, harán desencadenar la tragedia. Edipo huirá de sus padres adoptivos, creyendo así poner remedio a su desdichado porvenir y se dirigirá a Tebas para derrotar a la temida Esfinge. Durante el trayecto se enfrenta con un hombre arrogante, que osó apartarle del camino de un manotazo, y lo mata: es el mismo Layo. Una vez en Tebas, averigua el enigma de la Esfinge (¿cuál es el ser vivo que camina a cuatro patas al alba, con dos al mediodía y con tres al atardecer?: el hombre, que siendo un bebé gatea, anda sobre las dos piernas a lo largo de su vida y, al ser viejo, apoya su bastón como un tercer pie), que es derrotada y muere. El pueblo tebano lo recompensará entregándole el trono de la ciudad y a la reina Yocasta, su madre, como esposa. Poco después, las plagas y la peste se adueñarán de la ciudad, como castigo de los dioses porque el verdadero asesino de Layo no ha pagado por su crimen.




El otro personaje es el vidente ciego "Tiresias", representado por Juan Luis Galiardo.

martes, 19 de agosto de 2008

TARKAN: "KISS, KISS".

Anónimo pablo-sam dijo...

a ver si os gusta otra de turkish music:

http://es.youtube.com/watch?v=o1AN-h2qn1Y&feature=related

blanca si puedes colgar el video???

julitans, a ver si te gusta?



A MANDAR.

(Yo creo que este grupo es un pelín mariquita, sin acritud, ¿eh?)

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Anónimo Eva dijo...
Ayyyyyyy, ya he encontrado la canción, es la misma. La tipa se llama Holly Valance y se pasa todo el video medio desnuda, jajaja.

miércoles, 13 de agosto de 2008

CUESTIONES LINGÜÍSTICAS III. GÉNERO Y SEXO: MIEMBROS Y MIEMBRAS


Es frecuente confundir, en gramática, el género de las palabras con el sexo del referente que designan. No hay que equivocarse: la palabra niño tiene género masculino, la entidad niño tiene sexo masculino.

El género es una cualidad inherente a los sustantivos, adjetivos, pronombres y determinantes, que permite clasificarlos en masculinos y femeninos (el género neutro latino se perdió en castellano, a excepción del artículo lo y algunos pronombres) y sirve para establecer la concordancia entre los elementos del sintagma nominal y el sustantivo al que se refieren (y que actúa como núcleo de todo el conjunto). El nombre casa, cuando forma un grupo nominal, obliga al resto de determinantes y complementos que lo acompañen a construirse en femenino: La casa pequeña. Para eso sirve el género gramatical.

Sólo cuando el sustantivo se refiere a entidades “sexuadas” puede el género transmitir información de tal tipo: gato (macho) / gata (hembra). En este caso, los mecanismos para realizar la oposición entre masculino y femenino pueden utilizar:

· Terminaciones distintas: -o, -e, Ø para el masculino y –a para el femenino: niño/niña; monje/monja; director/directora.

· Palabras distintas para ambos géneros: hombre / mujer; toro / vaca; yerno / nuera (a estos sustantivos se les llama HETERÓNIMOS).

· A veces, el sustantivo permanece invariable y tienen que ser los determinantes o adjetivos que lo acompañen los que marquen la diferencia de género: el pianista / la pianista. A estos últimos sustantivos se les denomina NOMBRES DE GÉNERO COMÚN.

Sin embargo, la mayoría de los sustantivos no admite variación de género: la palabra mesa es siempre femenina porque admite delante el artículo la, no porque tenga atributos de mujer; por la misma razón, el libro es siempre masculino. La asignación del género en uno y otro caso es arbitraria, no tiene nada que ver con diferencias de sexo. El término miembro designa a una parte del todo, se refiera a un brazo o una pierna; pero su género inherente es masculino. Si se quiere especificar, ¿por qué no hacerlo léxicamente?: Los miembros femeninos de la Academia son cada vez más numerosos.

Este concepto de género inmotivado es el que suele causar la controversia cuando algunos políticos pretender emplear la lengua para explicitar, en el discurso, que se están dirigiendo a hombres y mujeres sin excluir a ningún sexo: “Miembros y *miembras” (Bibiana Aído, Ministra de Igualdad) o “Jóvenes y *jóvenas” (Carmen Romero, ex diputada del PSOE).

Si hay una ley en la evolución de la lengua que ha regido la mayoría de los cambios morfosintácticos de su historia es la llamada ECONOMÍA DEL LENGUAJE, por la que se pretende transmitir el mayor número de información posible empleando el mínimo esfuerzo. Por eso el masculino ha tenido siempre valor extensivo: mientras que “las españolas” sólo se refiere a las personas de sexo femenino; la forma masculina “los españoles” puede tener los dos sentidos, o sólo personas de sexo masculino, o bien “personas” en general, ambigüedad que ha de ser descartada por el contexto en el que se utilice. Por tanto, desdoblar los sustantivos continuamente en masculino y femenino: diputados y diputadas, ministros y ministras (o el aún más patético diputad@os y ministr@s) para intentar demostrar dialécticamente la no marginación de la mujer en la sociedad, va contra la naturaleza misma del lenguaje, y demuestra una gran ignorancia gramatical por parte del orador. Además de ser un vano intento de querer mezclar las churras con las merinas. El movimiento se demuestra andando, no hablando.

Harina de otro costal es la incorporación de la forma femenina a algunos sustantivos que designan profesiones de las que se había venido marginando a la mujer y que, con el devenir de los tiempos, han necesitado de un término femenino que las arrope: la abogada, la jueza o la médica. Del caso inverso también existen ejemplos, y así, hemos de llamar matrón al enfermero que asiste a las parturientas, y no matrona. Pero se trata de dar solución a una necesidad lingüística creada por un cambio social; mientras que el caso del que venimos hablando anteriormente pretende cambiar una realidad social (por muy injusta que sea) forzando primero el cambio lingüístico, lo que es, políticamente, una utopía; y estilísticamente, (además de una falta ortográfica), una cursilería.

jueves, 7 de agosto de 2008

LO TUYO ES PURO TEATRO. Capítulo 10. (Para mayores de 18 años)

El sex shop estaba disciplinadamente organizado en secciones cuya temática venía anunciada previamente en paneles de neón. “Despedidas de soltero”, “Aromaterapia”, “Glamour”, “Juguetes eróticos”, “Libros” y “Lencería sensual” eran las salas que te daban la bienvenida con sus productos “estrella”, expuestos elegantemente en vitrinas de metacrilato. Según se avanzaba hacia el interior de cada una, se iba profundizando en atrevimiento y perversión: geles y vaselinas, velas de incienso y aceites afrodisíacos, estimuladores del clítoris y del punto G, vibradores, consoladores, anillos, huevos, bolas, y kits de sado-maso. En la planta superior se hallaba la sala más grande, dedicada a los vídeos y dvds pornográficos, clasificados por subgéneros, desde los sencillos dúos y tríos homos y heteros, protagonizados por anónimos actores noveles, hasta las más obscenas y retorcidas prácticas que uno sea capaz de pronunciar empleando los prefijos “copro-”, “sado-” o “zoo-”, interpretadas por reputados actores del panorama nacional e internacional.

La literatura erótica era recurrente: en el apartado de los más vendidos se anunciaban títulos de éxito sobre las 69 mejores formas de satisfacer a tu amante, o el nuevo Kama Sutra lesbiano, sin desdeñar los dedicados a la pareja multiorgásmica o al arte del sexo oral.

Nuestras miradas se perdían en aquel paraíso del consumo erótico-festivo. Nos atraían, sin lugar a dudas, los pintorescos juguetes del sexo, que tan candorosos se ofrecían a nuestra vista, pero hubimos de sucumbir primero ante aquellas muestras del mal gusto que suponían los expositores de la lencería fulanesca. Las descripciones de los productos habían sido redactadas por un experto en la persuasión lingüístico-carnal: “Seductor tanga abierto de tul rojo con detalles en negro originalmente unido con escuetos lazos que te podrás desatar suavemente”; o “excitante y exótico tanga de finas perlas y encaje superior de perlitas en forma de V”; “provocativo e insinuante body abierto de blonda totalmente transparente con abertura en zona clave para practicar cualquier tipo de estimulación (el éxito está garantizado)”; “lujoso conjunto de 3 piezas que incluye corpiño rojo de cuero con liguero, tanga y medias de red incorporados”; “delicioso semitanga comestible de caramelo o chicle, sabor piña colada, con el que tu pareja podrá quitarte el tanga de una forma muy divertida y dulce”; “preciosos cubrepezones de satén, con brillantes negros y flecos de cuero con los que vestirás de una forma juguetona y original tus senos”; “fascinante picardías abierto, transparente, con bordado y lentejuelas en el pecho, unidos por tiras elásticas en forma de araña que se unen en el centro en una bonita flor bordada”; o la “impresionante bata abierta con plumas de marabú, a juego con un sugerente antifaz satinado y esposas de leopardo, para atrapar a tu amante en un excitante juego amoroso”…

Uf, estaba atragantada. Demasiados detalles para mi inmaculada retina. Pasamos a la vitrina de las pijas, que tanto nos habían llamado la atención desde el primer momento. Algunas tenían una ventosa en su base para poderse adherir a cualquier zona de la casa: el suelo, la pared, la ventana, y así provocar posturas y movimientos dispares. Otros eran simples consoladores con cinturón para prácticas compartidas. Los vibradores añadían a los modelos básicos su compleja tecnología, pero, al fin y al cabo, no eran más que robots fálicos multifuncionales que, por mucho que rotaran o vibraran, despidieran olores, sabores y sensaciones varias al tacto, no dejaban de tener una única finalidad introductoria. Nada original: sólo meter y sacar.

Aunque, para ser realmente sincera, he de asumir la angustia que me causó un imponente falo de látex, del tamaño del antebrazo de un halterófilo, que, según prospecto, había sido diseñado para la práctica del fist-fucking. Me embargó una mórbida aprensión fisiológica: “qué obsesión tienen los hombres con meter cosas enormes en la vagina, ni que esto fuera una saca sin fondo, coño”, pensé. El mito popular de la vagina dentata devora-penes acudió a mi mente como una reminiscencia defensiva: “Menuda sorpresa se iban a llevar estos puñeteros morbosos si les pegara un muerdo”.

Divina adivinó mi desasosiego:

- Eso sólo lo compran los gays, mari.

No fue gran consuelo, la verdad, porque ahora me perseguía la imagen de un esfínter gigantesco que se ensanchaba y alargaba hasta el infinito como un túnel del terror.

- Ay, Divina, creo que por primera vez entiendo el chascarrillo ese de: “Tienes menos fuerza que el peo de un marica”.

- No lo sabes tú bien –le chispeaban los ojillos al decir esto.

Aprendí bastante ese verano sobre cultura rectal, cierto es, creo que hasta podía enunciar una tesina: “El ano: origen, evolución e idiosincrasia contemporánea”. ¡Cómo podía dar tanto de sí algo tan trivial como el extremo terminal del tubo digestivo! Hasta existían en Chueca salones de belleza especializados en la depilación del mismo. Aunque, pensándolo bien, la atracción por la escatología del ojete era bien antigua: ya existía en el siglo XVII un tratado sobre las “Gracias y desgracias del ojo del culo”, atribuido al Quevedo más irreverente.

Claro que, si el catálogo de juguetes viriles era ingente, qué decir sobre los innumerables artefactos inflables, empaquetados u horadados que pretendían ofrecer agujeros múltiples para la satisfacción sexual: eróticos muñecos hinchables antropomórficos (con los que ya fantaseó un fetichista Berlanga en la censurada transición cinematográfica), burritos infantiles que escondían orificios sorprendentes, nalgas seccionadas de un cuerpo imaginario que se enchufaban a la red eléctrica y llegaban a alcanzar la temperatura corporal humana, camufladas vaginas enlatadas para guardar en el cajón de la mesilla...

Los penes y vulvas de plástico compartían espacio con anillos de silicona adornados con cachondos conejitos estimuladores; discretos y delicados pintalabios vibradores para estimular todo lo que se desee (pasará desapercibido en cualquier bolso); galletas de la suerte que esconden en su interior una aventura sensual para cada noche; bolas chinas de doble estimulación, estriadas y de un material ultrasoft (cómodas de llevar y muy silenciosas), huevos con control remoto con siete funciones, pequeños, ultra suaves y muy cómodos; o el original y excelente aceite corporal con feromonas y aplicador en spray con aromas excitantes, que te dejará la piel sedosa, suave y ligeramente perfumada.

Estaba abrumada. ¡Cuánta imaginación derrochada por una práctica tan antigua! La fascinación sexual es una herencia ancestral, me dije. Me hacía gracia, pero me abochornaba tanto artilugio. “No son más que juguetes inocentes”- concluí. Sobre todo cuando subimos a la sección pornográfica y descubrimos el interior oscuro del pastel.

Íbamos en fila, Lola la primera, abriendo camino, seguida de mí y de la Diva, que lo escrutaba todo con los ojos como platos. Es probable que el dependiente del sex shop estuviera más que acostumbrado a ver allí a todo tipo de clientes. Pero no sé, me pareció que nos miraba de reojo más de lo usual. O será que mi católica educación de la infancia se cernía sobre mí creando un halo de culpabilidad que me hacía sentir observada en aquel entorno pecaminoso. ¡Qué puñetas! ¡Claro que nos miraba el dependiente! Éramos: una preñada de ocho meses tocándolo todo, con dos pringaos con cara de idiotas pegados a sus espaldas, oteando a derecha e izquierda y susurrando ante los espeluznantes detalles de las carátulas de los dvds porno. Y en esto me ahorraré los detalles, porque la cinematografía sexual es el único arte que, sin emplear efectos especiales, lleva a la pantalla las más maquiavélicas suposiciones de la imaginación humana. Por muy escabrosa que se te antoje una idea, seguro que ya hace años que se le ocurrió rodarla al director de una película guarra.

Lola iba señalando las fotos de las portadas y haciendo comentarios jocosos. “¡Vaya par de galletas maría tiene esa tía!”, “¡Joder con los veinticuatro centímetros de Rocco!”, etc. Yo la seguía, achicada ante su desparpajo, y Divina se iba rezagando, prestando atención a los títulos alusivos a tríos y camas redondas masculinas. De repente, la Lola se detuvo ante una extraña escena y exclamó:

- Este tío debe de estar enfermo, mira qué picha más chunga tiene.

Y siguió su ruta hacia la estantería del otro lado.

Mi imaginación más sórdida no dejaba de maquinar. ¿Prácticas macabras con enfermos de sida o leprosos? A lo mejor se habían puesto de moda. Es una industria con grandes desafíos, me dije. Observé la imagen aludida y no di crédito. Me sonreí:

- Lola, ¿tú te has revisado la vista? –le pregunté desde el estante paralelo-. Ése es el pito de un perro.

Con esta anécdota terminaba nuestra excursión. No paramos de reír hasta que nos montamos en el taxi que nos devolvería a casa.

Por la noche, tumbada en la cama junto a Divina, no dejaba de darle vueltas a todo lo que había descubierto durante el día.

- A ver, Diva –inquirí, acuciada por la curiosidad -. Cuando un gay está ligando una noche con un tío al que no conoce, en una discoteca, por poner un ejemplo… ¿cómo sabe si el otro tío es maquinista o carbonero?

- ¿Maquinista o carbonero?

- Sí, tía, la jerga hetero, que todavía me queda algo. Pasivo o activo.

- Jo, jo, jo. No lo había oído nunca. Pues… por la forma de entrarte. Si un chulazo te empieza a bailar refregándose contra tu trasero está claro lo que quiere hacerte esa noche, ¿no?

- Pero la mayoría de los gays les dais a los dos palos ¿no?

- Versátiles, mari, se llama eso. A ver si hablamos con propiedad. Sí, la mayoría lo son.

- Porque lo de la Manolita y el marido es jodío, ¿no? Si son los dos activos no pueden… ¿Entonces? -estaba hecha un lío.

- Mira, mari, no voy a darte yo una clase de sexo gay ahora. Échale imaginación.

- Uhmmmmm.

Medité durante unos instantes, para después sentenciar:

- No solo de carbón vive el hombre, ¿no?

- La verdad es que hay mucho maquinista suelto por ahí –surgió de repente, a través de la puerta del dormitorio, desde el salón, una voz familiar.- Y mucho maricón encerrado en el armario.

¿Cuánto tiempo llevaría el Fernan tumbado en el sofá sin que nos hubiéramos dado cuenta? ¿Y quién puñetas le había dejado las llaves del piso? Abrió nuestra puerta sin inmutarse desde la postura en la que reposaba, sin mirar hacia atrás siquiera, sumándose a la conversación.

- Y en tu pandilla… –señalaba con un dedo acusador, en supuesta dirección hacia mí- …hay mucho marica oculto, que lo sé yo.

Divina y yo nos miramos. Enarqué las cejas en señal de escepticismo. Ya empezábamos. El Fernan tenía sus propias teorías conspiratorias. Yo no le hacía mucho caso.

- Que sí. Porque yo los he visto en el pueblo, en el gimnasio, y sé cómo se comportan. Y tu amigo Fulano es gay.

- ¿Qué dices, Fernan? ¿Fulano? Ése como mucho es misógino, que ya es bastante. Y no es mi amigo. -le repliqué, dándome la vuelta en el colchón-. Y ya sufre bastante la humanidad aguantándolo también a él.

- Yo te digo que ese tío es gay, aunque cada fin de semana esté con una tía distinta. Créeme que a estas alturas los sé distinguir. Lo que pasa es que no lo puede o no lo quiere admitir, porque no podría soportar que lo supieran sus amigos. Ya sabes lo que diría la Yanqui: el Evangelio.

- No sé, Fernan. Me parece tan arriesgado... Yo conozco algunas historias truculentas de Fulano con las mujeres y… La verdad es que ahora que lo dices… Esa obsesión con la sodomía y su complejo de Edipo… Ohhhhhhhhhh.

- Ay, cómo me aburrís los dos, cada uno con su movida –intervino Divina- . Paso de vosotros, voy a empezar a roncar de un momento a otro.

Me levanté de la cama con mi pijama rosa, trastornada ahora por las dudas, y busqué la mirada cómplice del Fernan. Empezaba a despertarse en mí esa intuición adivinatoria sobre la relación entre inclinación sexual, represión y comportamiento social que tan pocas veces suele fallarme. El Fernan ensayó un gesto de veracidad con las cejas y ni me miró, ensimismado en las geométricas figuras de humo que iba exhalando de sus pulmones. Y tampoco me miró cuando tuve que sortear el petamóvil y tropecé delante de sus narices para dirigirme a la cocina, a punto de perder los piños, invisible siempre a ojos del Fernan.

¿Continuará?