viernes, 25 de abril de 2008

LO TUYO ES PURO TEATRO. Capítulo 7.

La Ohm, huelga decirlo, es el último lugar del mundo en el que una mujer podría ligar. No se te acercaría ni dios hecho hombre, pues en el trayecto ya habría sido acosado y derribado por cuanta serpiente con manzana envenenada sisease en derredor. Tampoco había muchas otras cucarachas como yo con las que charlar. Una vez se me acercó un calvo y me preguntó algo así como: “¿De dónde has salido tú?”. Sin saber si aquello era el inicio del cortejo de un pavo real o un reproche deslenguado, lo dejé plantado con la palabra en la boca: ligar me parecía una circunstancia tan desusada que no se me ocurrió darme por aludida. En otra ocasión, un chico de grandes ojos me galanteó al salir del metro, y no pude por menos que sonreírme. ¡Creo que ha sido la única vez en mi vida que me he alegrado de recibir un piropo! Qué alivio sentirse de nuevo una mujer… nacida mujer.

Así que esa vez, como tantas otras veces, me resigné a bailar durante algunas horas en la pista mientras mis compañeros de viaje bullían en ardor sexual. El trasvase salivar me había propiciado incómodas palpitaciones, pero sabía que nadie estaba en condiciones de atender mis súplicas de irnos para casa. Me pedí otra copa en la barra y me aburrí un rato más.

Poco a poco comencé a rayarme. Borboteaban en mi mente desquiciados análisis de mi situación personal, que se confundían con algunas resonancias literarias: a ver qué coño pintaba yo en Madrid, doblando jerséis en unos almacenes textiles y con una inútil licenciatura decorativa bajo el brazo. Sin dinero, sin confidentes y con un incierto porvenir por delante. Agradecía eternamente a la Diva su generosidad al abrirme las puertas de su casa, cuarto y catre. Pero sabía que su tiempo era lo único que no debía pedirle. Ella no podía ocuparse de mí, aunque quisiera. Se comía cada uno de sus días vorazmente, a dentelladas secas y calientes, atragantándose, por no perder ni un minuto de su apoteósico renacimiento.

A pesar de sus ausencias, no dejaba de velar por mi bienestar. Siempre me guardaba alguna conversación trasnochada y me curaba las heridas que a veces me traía arrastrando, con pesadumbre, del metro o del Superplus. Las novelas policíacas de Lorenzo Silva me aliviaban de la melancolía de los trayectos; y las risas que nos echábamos en mis ratos de insomnio, cuando Divina regresaba de la noche, sofocaban mis malos ratos. Así me iba resignando. Porque, en ese piso de resurrección, llorar no era una opción. Las trifulcas maritales de la Fefa o la Yanqui, la impasividad del Fernan, la precariedad laboral, la incomunicación familiar y el abandono… se resolvían todo en un ceñidísimo vestido negro o en el éxtasis de un beso.

La mari que, en solidaridad con mis compañeras, había germinado dentro de mí, me hablaba al oído, calzada con plataformas de charol y medias de rejilla: “A lloriquear a tu casa, rica. El tiempo de la marginación y la renuncia quedó atrás, en el pueblo ese del que nos vinimos, ¿lo recuerdas? ¿De la mediocridad, te quejas? ¿Acaso de la incertidumbre? Aprovecha el momento, mona, que aquí estamos de paso”. ¡Qué inútil se me volvía ahora tanta investigación filológica, si no era capaz de cazar al vuelo una manifestación tan elocuente del carpe diem!: Coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto antes que el tiempo airado cubra de nieve la hermosa cumbre.

Suspiré y agoté lo que quedaba en la copa, aterrizando desde mis divagaciones hasta la barra de la discoteca en donde me encontraba acodada. Me dirigí a la pista de baile. De pronto, un pasillo de gente empezó a formarse en hilera, desde la puerta de entrada hasta el lugar donde bailaban, sin medida, Divina y sus secuaces, el Fernan y el presentador de Caiga quien caiga. La muchedumbre miraba con fascinación y sin discreción a la recién llegada. No había duda. Era mi amiga Lola, que por fin aparecía, tres horas tarde. Y su esposo, detrás.

Se zafó de él con habilidad y corrió a zambullirse directamente en la pista. Derrochó besos por doquier, de los cuales alguno seguro que me resbaló por encima, aunque no me diera mucha cuenta. Enseguida se vio acorralada por la mole humana que, entre atolondrada y seducida, la alababa como a una diosa. Mi amiga Lola siempre ha causado una gran atracción irracional allá donde sus tacones la condujeran.

Apenas me dejaron intercambiar una palabra con ella, toda la atención de la concurrencia se centraba en el vestido de raso color oro de lujo, con talle bajo el pecho y escote palabra de honor que, a duras penas, podía disimular un turgente embarazo a punto de expirar. Iba monísima. Se elevaba sobre unas sandalias atadas al tobillo de, al menos, 10 centímetros de altura, que causaban la envidia del personal. El público aceptaba con naturalidad una enorme barriga preñada que respingaba al compás de la música, pero se maravillaba con el glorioso vestido de Pedro del Hierro, el memorable bolso de firma italiana y los zapatos exclusivos rematados con pequeños detalles de cristal de Swarosvski. Los buitres empezaron a manosear las telas y a interrogarla cual paparazzi ávidos de carnaza; y ella, como si tuviera la obligación de atender a sus fans, respondía con serenidad, sin poder ocultar cierto regusto narcisista. Se oían en torno grititos de fascinación, adulaciones y agasajos. Vamos, que no la despelotaron allí mismo porque ya se hubiera encargado el escolta conyugal de desplumarlas a todas y hacer con las sobras un escabeche de gallina.

El hombre, entretanto, aunque acostumbrado al efecto Evita Perón que solía ejercer su mujer sobre las masas, apuraba su copa, más tenso que un viento de alambre y sin quitarles ojo a la plebe de carne depilada que lo acechaba con disposición. Gotas de sudor frío le caían por la frente. Se mantenía rígido, con los puños agarrotados y el culo bien pegado al asiento, no fuera a ser que alguna de aquellas descamisadas lo pillara en un renuncio. Su única arma de defensa era beber con fruición para emborracharse lo antes posible y así no tener que velar con demasiada perseverancia por sus valores tradicionales. Era un pececillo, asustado y bravucón, fuera del agua.

No recuerdo mucho más. Sé que en algún momento, Lola anduvo descalza, al rescate de un zapato que alguna cenicienta avispada le había tomado prestado. Sé que aluciné bastante con la escena. Sé que reímos a mandíbula batiente y que después solo me quedaba una vaga idea del instante en que llegamos a casa. Me recuerdo sentada, en el borde de la cama, enfundada en mi pijama corto de satén rosa, compartiendo un cola-cao curativo con Divina, que me resumía los estragos de la noche desde sus modernos slips de H&M. Sin darnos cuenta nos fuimos quedando dormidas, buceando entre las ensoñaciones de la borrachera y la rabia de tener que currar al día siguiente.

Balbuceo.

Confusión.

Sopor.

Sueño.

Dos horas después sonó su móvil. Eran las diez de la mañana. Divina permanecía inerte, encharcada en sudor, en su lado de la cama. El rinrineo del teléfono me desveló. Le pegué un codazo.

- Diva, el móvil. Apágalo. ¡Diva! ¡Divina!

Me desperté completamente. Divina roncaba desde lo más profundo de sus oníricas mazmorras. El teléfono no cejaba en su empeño. Miré la pantalla: la Fefa.

- Joder, Divina, te llaman por teléfono.

Conseguí que reaccionara, tomó el aparato y replicó con voz pastosa. Le reñí con autoridad:

- ¿Será posible que todavía contestes al maldito teléfono? Pégale un puñetazo y vuelve a dormirte, leche.

Se restregó los ojos, se enredó con las sábanas antes de poder levantarse torpemente, cerró la puerta del cuarto y se tumbó en el sofá del salón a hablar con la Fefa.

- Es que hay que fastidiarse. Joder, Divina, te estás deshidratando, tienes la cama empapada –rezongaba yo desde el dormitorio.

Aparté las sábanas hacia su lado, desenvolví otras limpias y las estiré en el mío. Volví a acostarme, pero ya no pude conciliar el sueño. Estuve dando vueltas hasta que, a la media hora, regresó la bella durmiente. Me miró impasible, con ojos psicodélicos:

- La Fefa, que ha vuelto a discutir con Osvaldo.

- Bueno… Ya estamos.

- Se han zurrado.

- Puaf.

- Lo ha echado de casa.

- ¿La Fefa?

- No, Osvaldo.

- ¿Osvaldo ha echado a la Fefa de su propia casa?

- Sí. Ya sabes que es generosa hasta ese extremo. Se ha ido a un after, total, no tenía otra cosa que hacer. Se ha juntado con el Fernan y se ha puesto más a gusto que agustín. Ahora está que se sale del pellejo y no hay quien se la lleve. Ah, y dice que acaba de ligar con un tío. Y no sabe si irse a pasar la noche con él. Por eso me ha llamado.

- No me lo puedo creer. ¿Y el ligue este es actor famoso también, como el de la semana pasada?

- No sé, pero es otro mulato.

- Es impresionante.

- Ya. Me voy a dormir, aún tengo unas horas antes de entrar a currar.

Cerró los ojos y durmió. La odié. Me levanté, saludé al armario ropero que salía a correr un par de kilómetros. Me extrañé de que estuviera despierto tan temprano. No quise pensar. Me di una ducha. Desayuné. Me tomé un ibuprofeno. Y me quise morir.

Continuará.

miércoles, 23 de abril de 2008

CASTIGO DE DIOS


Dios recurre al castigo como medio para llamar al recto camino a los pecadores sordos a otras llamadas. Tobías 13 (10-13. 15. 16b-17a)

Hace unas semanas me llegó el borrador de la declaración de la renta, con una suculenta cifra a devolver que me llenó de alegría pecuniaria. Al revisarla, descubrí dos cruces que marcaban sendas aportaciones tributarias a causas sociales y a la Iglesia Católica. Como ya sabéis muchos de qué pie cojeo, llamé por teléfono para rectificar y eliminar la cruz eclesiástica. No hubo problemas, lo hice en un santiamén. A los pocos días, llegó el borrador del Esposo con características semejantes. Lo confirmó inmediatamente: “Yo paso de rectificar que luego me revisan y seguro que me devuelven menos”. Tras una leve batalla dialéctica lo dejé hacer y, en recompensa a su pragmatismo, obtuvo al día siguiente el ingreso correspondiente. Por el contrario, aquí yazco yo, inconformista obstinada, en espera de mi premio tributario y preguntándome si realmente me van a investigar, o me saldrá positiva la declaración, o querrá la Iglesia anatematizarme… o cualesquiera otras elucubraciones por el estilo. El Esposo se ríe de mí mientras me como las uñas y resuena en mi cabeza esa cantinela popular: castigo de Dios, castigo de Dios…

lunes, 21 de abril de 2008

EL CAZA-IRONÍAS


El año que aprobé las oposiciones fue el primero que ocupé una plaza de un curso entero en un instituto: el de la Roca de la Sierra. El año anterior me había recorrido media geografía extremeña, haciendo sustituciones, desde Plasencia hasta Cabeza del Buey.

Fue una larga peripecia cómo conseguí esa interinidad: la última vacante de la lista. Me habían asignado Siruela (¡y yo contenta porque por fin tenía una vacante de un año entero!), en una plaza de Lengua compartida con Francés. Como yo de Francés no tenía ni idea, supliqué a la Delegación Provincial que hicieran algo por mí, que era imposible que, en pleno año de oposición, yo pudiera aprender una palabra de Francés para impartir a mis alumnos. De hecho, Lengua era la asignatura que menos ocupaba en mi horario: daba “Sociedad, Cultura y Religión” (la alternativa, por aquel entonces, a la Religión Católica), Ética, Herramientas de Lengua y Francés. Estuve una semana en aquel pueblo próximo ya a Ciudad Real, hasta que en una de mis súplicas, coincidió que al Director de Personal Docente le acababa de llegar una renuncia de una profesora interina que había conseguido otra vacante en Alicante, de dónde procedía. Y así aterricé en La Roca. El equipo directivo, nada más llegar, bromeó sobre mis contactos y enchufes en la Delegación Provincial (ciertamente, La Roca, a medio camino entre Badajoz y Cáceres, centro de nueva creación y con tecnología punta, estaba solicitadísimo). Como llegué la última, y de interina, me tocó dar clases a los cursos más bajos, los que no quería nadie: 1º y 2º de E.S.O. No me importó.

El caso es que gracias a ese instituto, pionero en la instalación y uso de las nuevas tecnologías en el aula, aprendí muchísimo de metodología didáctica e innovación tecnológica. Y también gracias a los cursos que me hice por las tardes y al interés que suscitaba en mí, profesora novata y en pleno trance opositor, cualquier novedad profesional, aprobé la temida “encerrona”, ya que las actividades que propuse, resultado de un durísimo año de trabajo con los alumnos y con el ordenador, le resultaron al tribunal bastante útiles y divertidas. Una de ellas, la que más disfruté realizando a lo largo del año, era muy simple y no precisaba, en este caso, el uso del ordenador, se llamaba EL CAZAIRONÍAS.

Tenía un curso de 1º de E.S.O. (12 años) muy gracioso. Eran niños muy inquietos y charlatanes, a los que me gané desde el principio y que participaban con avidez en toda chorrada imaginativa que ideaba para ellos. Cuando me tocó explicar las FIGURAS LITERARIAS, inventé un método para que identificaran, explicaran y entendieran las ironías que se utilizan en la vida cotidiana. Porque… ¿hay algún otro contexto más apropiado para el cultivo de la ironía y el sarcasmo que el de la relación profesor-alumno adolescente?

La actividad consistía en que cada alumno debía CAZAR AL VUELO, a lo largo del transcurso de las clases, las ironías que iban surgiendo, involuntariamente, en el desarrollo de las asignaturas y en la relación alumno-profesor y alumno-alumno. Sin decir nada a nadie, el alumno que había identificado una ironía debía apuntarla y rellenar una ficha que, al comenzar la clase de Lengua, leía a sus compañeros. Era un puntazo llegar a clase y, antes de que pudiera pasar lista, ya tenía a los chavales, como locos, levantando la mano (algunos se sujetaban un brazo con el otro) y gritando: ”¡Blanca, tengo una ironía, tengo una ironía!”. Vais a entender la actividad muy rápidamente. Ésta es la ficha que presenté ante el tribunal de oposición, es una recreación de la real, que entregué en el examen como material adicional:

CAZA-IRONÍAS

· IRONÍA: “Sí, eso, y un cola-cao y unas galletas”.

· CONTEXTO: Clase de religión, 24 de abril de 2004, a 6ª hora.

· PROTAGONISTAS: El alumno Juan Antonio González Muñoz y Paco, el profesor de Religión.

· DESCRIPCIÓN DE LA IRONÍA: En clase de Religión, entra Paco y se sienta en su silla a pasar lista. Juan Antonio le pregunta que cuándo vamos a tener nosotros una silla de esas blanditas que tienen los profesores, y el profe contesta: “Sí, eso, y un cola-cao y unas galletas”.

· SIGNIFICADO REAL: Que nunca nos van a poner una sillas como ésas.

· CAZADOR: Daniel Rodríguez Broncano, 1ºB.

Yo creo que este alumno aprendió para siempre en qué consiste esta figura literaria, ¿no os parece?

miércoles, 16 de abril de 2008

QUIEN TE HA VISTO Y QUIEN TE VE 9. SOLUCIÓN.


Desde luego, es que la edad no perdona... Aquí tenéis el antes y el después del holandés Rutger Hauer, que interpretó al replicante Roy Batty en "Blade Runner" (primera imagen). Fue, asimismo, Navarre, el enamorado de Michelle Pfeiffer condenado a convertirse en lobo durante la noche, en "Lady Halcón" (segunda imagen). Y en ambas está para comérselo.

Si os fijáis bien en la segunda pregunta, no pedía el título de la película, sino el personaje que interpretaba en ella. Por otra parte, en la tercera pregunta, estaba claro que no me refería a la película a la que ya había hecho mención en la primera, como así lo han entendido TODOS menos Fer (SIC: "pero conociéndote debes referirte a Lady Halcon". Mimimimi), y Damocles.

Así que los puntos se distribuirán de acuerdo con los aciertos.

Gracias a todos por participar.

lunes, 14 de abril de 2008

Muere Chema, el panadero de 'Barrio Sésamo'

Un fulminante cáncer acaba con la vida del actor de 51 años

MARÍA GÓMEZ SILVA - Madrid - 14/04/2008

tomado de EL PAÍS.COM

El actor que daba vida al entrañable panadero de Barrio Sésamo, Juan Ramón Sánchez Guinot, murió el jueves pasado, según han confirmado fuentes del teatro que regentaba, la madrileña sala Tribueñe. Murió en su casa, rodeado de su familia, víctima de un cáncer que se lo llevó en poco más de un mes. Fue incinerado el sábado. Su mujer, Consuelo Vivares (la actriz que se escondía dentro del muñeco de Espinete, en la misma serie) decidió que el mejor homenaje a su marido era no suspender la función durante el fin de semana, pese a que ella misma coprotagonizaba la obra que estaban representando, Por los ojos de Raquel Meyer. Ése fue su particular tributo al hombre con el que había compartido su vida y su profesión, y con el que tenía un hijo de veintipocos años.

La noticia en otros webs

Juan Sánchez, el hombre que encarnó a uno de los personajes que marcaron la infancia de toda una generación, desde 1983 a 1987, seguía en activo. La última obra que protagonizó, El retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte, en 2005 y 2006, había ganado el Premio Valle Inclán de teatro y le llevó de gira por cinco ciudades rusas. Poco antes de que la enfermedad paralizara su actividad, montaba dos obras que quería estrenar el otoño que viene.

Fundador y alma de la sala de teatro Tribueñe, se dedicaba con ahínco a coordinar la actividad del centro, un teatro pequeño y familiar, donde todos los que allí trabajaban eran amigos o familia, cuenta Catarina de Azcárate, que lleva la gestión del local.

Antes de eso, había hecho sus incursiones en el cine. Participó en películas como Matador (1985), de Pedro Almodóvar, Los ojos vendados, de Saura; y en Donde está el corazón (1990), un film estadounidense dirigido por John Boorman y protagonizado por Uma Thurman. También hizo colaboraciones en episodios de series como Farmacia de guardia y fue bajista del grupo Red de San Luis, en los 70.

Su hijo, que se llamaba como él, Juan, estudia una carrera en la universidad pero no descarta seguir los pasos de sus padres en las tablas.

sábado, 12 de abril de 2008

QUIEN TE HA VISTO Y QUIEN TE VE 9. (NIVEL MEDIO: OJO A LAS PISTAS)

Este personaje les resultará familiar a los cinéfilos, especialmente a Mario, a quien se lo dedico. Aunque parezca increíble y la foto no le haga justicia, era guapísimo.


1ª PREGUNTA: ¿Cómo se llama este actor y cuál es su nacionalidad? (1 punto)
2ª PREGUNTA: ¿Qué personaje interpretaba en esa mítica peli de ciencia ficción que tan dispares opiniones suscita entre nuestros amigos? (1 punto)
3ª PREGUNTA: ¿Cuál es el nombre de la película que coprotagonizó junto a una bellísima actriz rubia norteamericana? (1 punto)

miércoles, 9 de abril de 2008

CUESTIONES LINGÜÍSTICAS II

Quedar, caer, entrar… y otras cosas del meter.

Hoy toca verbos. No os desilusionéis porque, aunque la primera parte es un poco tostón, después descubriréis a dónde quiero llegar con toda la teoría. Los verbos pueden tener varios usos, entre los más comunes están los usos transitivos e instransitivos (¿os acordáis del instituto?). Son usos transitivos los de aquellos verbos que, en determinados contextos, necesitan completar su significado designando el objeto de la acción que representan. Por ejemplo: el verbo VER, normalmente, se construye, además de con un sujeto que realiza la acción (Yo veo), con un objeto que completa el significado de esa acción mencionando lo que se ve: Yo veo el paisaje. Ese objeto se denomina, en sintaxis, objeto o complemento directo.

Otros ejemplos de C.D. serían:

o Mi hermana come dulces.

o Luis cantó una canción.

o La anciana depositó su voto.

Algunos de estos verbos, como el último, siempre tienen usos transitivos, ya que sin su C.D. se quedan vacíos de significado, dejando la oración incompleta y agramatical (en ese caso marcaremos la opción incorrecta con un asterisco): *La anciana depositó. En los dos primeros casos, sin embargo, es posible que la oración se construya sin C.D.: Mi hermana come. Luis cantó. Son, por tanto, verbos que a veces funcionan como transitivos, y otras, como intransitivos.

Por otro lado, hay verbos que jamás llevarán un C.D. Es el caso de los verbos copulativos (ser, estar y parecer) y de otros que no admiten ese complemento. Veamos:

o Mi perro murió.

La acción, más que realizarla el sujeto, transcurre a través de él, que la padece sin intencionarla. Sería imposible decir: *Mi perro murió al canario, porque el verbo “morir” es intransitivo en todos sus usos, no puede proyectarse sobre nada o nadie. En su lugar, empleamos otro verbo con significado semejante que sí admite el objeto directo: Mi perro mató al canario.

Toda esta explicación viene referida al uso dialectal, muy extendido en Extremadura (y en otras zonas de España, como Valladolid), de emplear determinados verbos intransitivos como transitivos, y que suele resultar muy chocante al resto de hispanohablantes. Tanto, como a nosotros el LAÍSMO (La dije que se callara).

Ejemplos de esto que digo son:

A) *Ya has caído el vaso.

EXPLICACIÓN: El verbo caer es intransitivo, se cae una persona o un objeto, por sí solo. Si hubiera algo que se cayera motivado por la intencionalidad de un sujeto, el verbo adecuado sería tirar: Ya has tirado el vaso al suelo.

B) *Me he quedado el bolso en casa.

EXPLICACIÓN: Es imposible ejercer la acción de quedar sobre ninguna cosa, ya que el que se queda, se queda por sí mismo: “Me quedé parado”. Si se trata de que un objeto se ha quedado olvidado en casa por descuido del sujeto, diremos: Me he dejado el bolso en casa.

B) *Entra las bolsas en la cocina.

EXPLICACIÓN: Resulta inaceptable que alguien entre algo; entrará él solo, en todo caso: Yo entré en la cocina. Si lo que se quiere designar es que un sujeto traslada cualquier cosa dentro de un lugar, ha de emplear el verbo meter, que para eso lo tenemos: Mete las bolsas en la cocina.

Yo sé que es duro, pero a partir de ahora no tendréis excusa para no decirle al butanero que os la meta hasta el fondo. A ver, no seáis malpensados:

“Señor, haga usted el favor de meterme la bombona hasta el fondo de la cocina.”

Vuestra expresión será de una preclara y castiza corrección morfosintáctica.

martes, 8 de abril de 2008

QUIÉN TE HA VISTO Y QUIÉN TE VE 8. SOLUCIÓN

Como veo, no soy la única nostálgica de Barrio Sésamo. Juan Ramón Sánchez era un actor de teatro que, animado por su mujer, Chelo Vivares, se presentó al cásting y acabó siendo el popular Chema, el panadero. Según he investigado, ya estaba casado con Chelo, la que andaba metida dentro del pellejo de Espinete, antes de que se iniciara el programa. Se habían conocido en los 70, cuando ambos formaban parte del grupo musical "Red de San Luis".

Aquí tenéis unas imágenes del antes y el ahora. Y, a continuación, una retrospectiva de dicho grupo musical.

(Mañana, clase de lengua)







Ganan puntos todos los que se han presentado, menos Damocles. Por cierto, que contestar tres veces no triplica puntos, por si alguien no se había dado cuenta.

domingo, 6 de abril de 2008

QUIÉN TE HA VISTO Y QUIÉN TE VE 8. (NIVEL: FÁCIL)

El señor oculto bajo ese vestuario teatral es un actor venido a menos, para qué nos vamos a engañar, pero que ha pasado a la historia de la nostalgia de todos los treintañeros. ¡Cuantos tazones de leche con galletas mayuca me he tomado con él!



1ª PREGUNTA: ¿Cómo se llama? (1 punto)
2ª PREGUNTA: ¿Cómo se le sigue conociendo hoy día, después de veintitantos años? (1 punto)
3ª PREGUNTA: ¿Con quién acabó casándose? (1 punto)

(Este personaje va dedicado a Sonia)

EN BREVE CIERRO EL CHIRINGO

martes, 1 de abril de 2008

LO TUYO ES PURO TEATRO. Capítulo 6.


Es curioso que, desde que no aparece por estas páginas el Fernan, tampoco lo hace el otro Fernando. Yo creo que se ha creado una especie de identificación simbiótica entre ambos. A ver si un día los presento y se hacen amigos.

¿Dónde estábamos? Ah, sí, en que se aproximaba el fin de semana del Orgullo. El viernes por la noche habíamos quedado en que la Fefa nos recogería a la Diva y a mí con su Seat Ibiza para llevarnos a Chueca. Creo que ese verano sólo monté en coche dos veces: cuando mi amiga Lola y su marido nos llevaron a ver putas a la Casa de Campo, un domingo de aburrimiento supino; y ese viernes en que la Fefa hizo de auriga folclórica. El artífice de mis trayectos cotidianos kilométricos era, sin lugar a dudas, el Santo Metro.

Reticente ante mi indumentaria de diseño exclusivo, pero sin querer ofender la dedicación que había puesto en ella mi compañera de cuarto, hice de tripas corazón y me monté en el coche. Eché hacia adelante el asiento del piloto y me incrusté en el de atrás, desoyendo a mis piernas varicosas, que protestaban bajo el vaquero después de una larguísima jornada de rebajas. A falta de aire acondicionado, bajamos las ventanillas para refrescarnos con la polución medioambiental nocturna. Arrancó el coche y, con él, la banda sonora original de la vida de la Fefa: la Pantoja. “Veneno, aunque fueras un veneno, a mí me resultas bueno… por este amor”. La Fefa entraba en trance, entornando los ojos, como un chamán que estuviera evocando una epopeya ancestral, y se transfiguraba en la propia artista, cantando al compás y emulando todos los gestos minuciosamente aprendidos, mientras que Divina, entusiasmada, la espoleaba con sus palmadas y se reía a mandíbula batiente.

Nos detuvimos ante un semáforo en Gran Vía, ofreciéndoles a los tripulantes de los demás vehículos la ocasión de deleitarse con los gorgoritos que retumbaban, tanto por los altavoces del coche, como por la caja de resonancia bucal de nuestra conductora. El público rodante asistía, estupefacto, a aquella improvisada performance circulatoria. La Fefa se animaba a sí misma y, presa de la euforia, le iba piropeando al radio-casete: “¡guapa, guapa!”.

Con la excusa de que se me clavaban los imperdibles en la espalda, me amilané detrás, escurriéndome como podía, sin acabar de acostumbrarme a los arrebatos de popularidad de la Fefa, que seguía vociferando y contoneando los brazos a través de la ventanilla. Antes de que se pusiera en verde el semáforo, le dio tiempo a recibir los aplausos del respetable. Después, en la calma de la reflexión, intentaba atraernos a su causa con halagos entusiastas: “No me diréis que no es la más fina, la que mejor mueve la bata de cola y el mantón de manila, con ese pelazo que tiene… Es que no hay otra como ella, no hay otra”.

Cuando conseguimos aparcar, Chueca era un hervidero. Allí nos reencontramos con el Fernan y sus colegas. La Yanqui y el esposo se habían auto-infligido un reclutamiento forzoso en el piso, tras una breve pero intensa discusión sobre la ficticia atención que la Yanqui le había prestado a un maromo transeúnte. Era habitual que el armario ropero sufriera una repentina crisis de celos sin excusa aparente, que los confinaba a un trágico disgusto, primero; y a una tórrida reconciliación, después.

La Diva se acercó, en un momento, a recoger a la Manolita a la Gran Vía, quien se había citado allí con su última conquista telemática y anglófona. De regreso, la Diva venía delante, haciéndoles aspavientos a los otros dos, que iban detrás, y relatando como una abuela:

- Tú y tus paranoias, Manuel, vais a acabar conmigo.

Cuando llegó ante nosotros, se justificaba:

- Pues no va y me hace cruzar de acera y volvernos a cruzar por un paso de cebra que caía a tomar por culo, sólo para no tener que pasar por delante del escaparate del Sepu

La Manola se aguantaba la risa, impertérrita, e intentaba que le perdonara haciéndole carantoñas:

- Venga, no seas así, que tú sabes que me aterroriza el baratillo… El mero contacto visual me produce alergia. Luego me pongo mala, ya sabes, Mari.

- ¿Mala? –se hacía de rogar-. Mala eres ya. Más mala que Marión[1], que te lo digo yo… Tenías tú que dar con otra que aguantara tus manías…

Nos sentamos en un banco de piedra a bebernos el medio litro de calimocho adquirido en la terraza del Truco, el bar lésbico más popular de la zona, y a observar, con los ojos abiertos como mirlos, la ebullición circundante. En un descuido tonto, ya estaba el Fernan metiéndole la lengua en la boca a una tipa desconocida, cosa de la que no nos asombramos en absoluto, por lo que ni siquiera lo comentamos. Cuando comenzaron a pulular por allí algunos personajes del medio televisivo, se nos brindó la inestimable ocasión de empezar a cotillear: lo buenorro que está el Jesús Vázquez, lo bastorra que se ha puesto la Massiel, ay, mira, ésa es Natalie Seseña. ¿Lo qué? Ay, mari, la actriz, que no te enteras. ¿Y el concierto de Tamara a qué hora era? Bueno, si no está la Yanqui para qué vamos a ir. Pues es verdad. Acuérdate de que hemos quedado a las 12 en la Ohm con Lola. No te preocupes, que ésa siempre llega tarde, si llega. Hoy no vamos al Pasapoga, que estará a reventar. Nosotras fieles a la Ohm, por variar.

Ya he comentado lo fácil que era contagiarse de la jerga maledicente del grupo, así que pronto me convertí en una contertulia más:

- Ayer, por lo visto, estuvo por aquí Sara Montiel –proseguía la Fefa.

- Pues vendría con su sarcófago, ¿no? –respondí con naturalidad.

Me encantaban estos momentos en que la Fefa se quedaba de piedra y me reprochaba a los ojos:

- Anda que tú… Eso que pareces una mosquita muerta. ¿Quién te ha pasado los apuntes, ésta? –preguntaba señalando a mi amiga Divina.

- Los apuntes de la maldad, que se aprende rápido, jajajajajaja.

Entre risas y chismes fue pasando la noche. Nos pusimos medio ciegas con el vino hasta que llegó el momento de pasar a la acción. El Fernan se reenganchó en el camino a la Ohm, no sin que previamente le pusiéramos a caer de un burro por sus libertinos usos amorosos. En la puerta de la discoteca nos encontramos a la Puri, que por entonces, y antes de ser una estrella del cine de arte y ensayo, era relaciones públicas de la Ohm y go-gó de Alaska. Nos repartió unos flyers para tomarnos una copa gratis y nos metimos dentro. Los movimientos sospechosos en busca de golosinas comenzaron mientras yo me retocaba en el baño, ignorando por completo el espanto que les producía a las mariquitas de alrededor la camiseta que llevaba puesta.

A la hora y media ya estaba harta de bailar en la pista aquel musicón al que estaba tan desacostumbrada. Divina se acercó en ese instante y me dijo:

- Dame un beso en los morros.

Y fue así, con aquel beso anfetamínico, con el que resistí el resto de la noche. Una noche que todavía prometía. Faltaba por llegar… la Lola, mi amiga nacida mujer, y tan mujer: contenía en su interior un embarazo de ocho meses. Y su homófobo marido.

Continuará


[1] Popular personaje de la telenovela de los ochenta Cristal, que se interponía entre los dos protagonistas: Cristina y Luis Alfredo, y encarnado por la actriz venezolana Marita Capote.