Voy a inaugurar una nueva sección didáctica, al abrigo de mis últimos éxitos docentes por Internet. Creo que, dedicándome a la enseñanza del buen uso de la lengua, hay temas que han de ser de obligado cumplimiento en este blog.
La primera regla lingüística de la que os voy a hablar la aprendí de mayor, venciendo algunas dudas que alguna vez se me habían planteado. Probablemente a alguno de vosotros, también.
¿No os habéis preguntado nunca por qué el ama de casa, el hada o el águila llevan el artículo masculino en singular, siendo todos sustantivos femeninos?
¡Ah! ¡Que no! ¿Qué no son femeninos, decís? Fijaos bien en cómo se escriben en plural: las amas de casa, las hadas y las águilas. Es más, si completamos el sintagma con un adjetivo, éste irá en femenino, concordando con el sustantivo que hace de núcleo: el ama de casa trabajadora; el hada madrina o el águila blanca.
Esto se debe a una regla ortográfica peculiar que dice así:
Los sustantivos femeninos que empiezan por a- o ha- tónicas llevan, en singular, el artículo y el indefinido en masculino: el agua, un agua, algún agua. En plural, conservan su carácter femenino: las aguas, unas aguas, algunas aguas. Con el resto de determinantes (demostrativos, posesivos, numerales, interrogativos o exclamativos) establecen la concordancia en femenino, tanto en singular como en plural, como les corresponde: esta(s) agua(s); el agua tuya / las aguas tuyas; cuánta(s) agua(s).
o ¿Queréis probar? ¿Cómo escribiríais el artículo, el demostrativo y el indefinido que acompaña a estos sustantivos: hacha, avispa, alma y arca?
o ¿Se os ocurren otros ejemplos que sigan esta regla?