Siempre me han pesado mis escasas habilidades para el ocio y el tiempo libre. En mi adolescencia he sido nula para los deportes, quizá marcada por los tormentos del asma infantil y la poca coordinación de mis extremidades. Los juegos de mi infancia consolidaban el papel tradicional de princesita en el que fui educada, y en ellos el riesgo, el ejercicio físico y la destreza brillaban por su ausencia. Con excepción, quizá, de los juegos que practicábamos a la goma o la comba.
El caso es que siempre he llevado ese lastre encima, que he intentado ir superando con voluntad. Así, aprendí sola a montar en bici, ya casi con 12 años, con tesón y tragándome el complejo de inferioridad. En mi adolescencia me empeñé en aprender a jugar al tenis (creo que con insuficientes resultados), empleando las tardes de canícula en darme la caminata al Poli, obstinada en golpear con garbo la pelotita. Después, con 24 años, me arranqué la espinita de no nadar en otro estilo que no fuera el de “perrito”, acudiendo a clases de natación durante casi un año.
También he claudicado, claro, por ejemplo, en los deportes en los que es necesario botar cualquier tipo de cuerpo esférico con la mano. Mis limitaciones las conozco. Por eso, todavía hoy me muestro automáticamente reacia a probar diversiones nuevas, especialmente las que supongan juego en equipo, aunque luego me vaya desprendiendo de los prejuicios y me aplique, no sin refunfuñar una o varias veces, a la práctica del esquí o (una sola vez), al pádel.
Esta deliberación surge de la conclusión que últimamente saco sobre lo importante que es compartir aficiones para gozar de una sana y próspera vida social. En mis años más mozos, los pasatiempos que me permitían engrosar mi agenda siempre pasaban por alguna “ginebrá” bien llevada. Muy pocas veces compartía juegos de cartas, tertulias literarias, billares o cines, que es uno de esos hobbies que he practicado muchas veces en solitario con el orgullo de sentirme algo más cinéfila (bendita ingenuidad).
El caso es que cuando he ido descubriendo en el Esposo el gran número de aficiones y aptitudes que se iban sumando a su lista particular, me he alucinado tanto que creí conveniente y necesario hacer una sucinta pero precisa enumeración. Algunos de vosotros creeréis que exagero, pero al menos alguna vez, el Esposo ha practicado con resultado positivo, donaire y entusiasmo alguna de las prácticas que paso a relatar a continuación (aunque algunas de ellas, como por ejemplo conducir, no se considere afición, también requiere pericia, o sin no que se lo digan a alguno/a que yo me sé):
1. Acampada
2. Adiestramiento de canes
3. Ajedrez
4. Antiliga
5. Atletismo
6. Badminton
7. Baloncesto
8. Balonmano
9. Béisbol
10. Billar
11. Bolos
12. Caza
13. Ciclismo
14. Conducir coche
15. Conducir moto
16. Counter strike
17. Damas
18. Dardos
19. Dominó
20. Equitación
21. Escalada
22. Esquí
23. Frontón
24. Fútbol
25. Futbolín
26. Fútbol-sala
27. Guitarra eléctrica y española
28. Jockey sobre patines
29. Informática
30. Judo
31. Juegos de mesa: Catán, Parchis, Oca, Risk, Trivial, Barcos, Pictionary…
32. Juegos de calle: “eme?, ladrón y ministro”, “a la una mi mula”…
33. Karting?
34. Minigolf
35. Monopatín
36. Monopoly
37. Monopatín
38. Mus
39. Música
40. Naipes: Chinchón, Cinquillo, Continental, Hijoputa, Siete y media, Póker, Solitario
41. Natación
42. O-game
43. Orientación (carreras)
44. Origami rudimentario para fumadores
45. Pádel
46. Patinaje
47. Pesca
48. Pinball
49. Petanca
50. Play-station
51. Rol
52. Rugby
53. Scalextric
54. Senderismo
55. Tenis
56. Tenis de mesa
57. Tetris
58. Tragaperras
59. Vinos
60. Voleyball
61. Waterpolo
A modo de conclusión, me gustaría terminar con este interrogante simple pero clarividente: ¿De verdad hice bien en sacrificar los mejores veintitantos años de mi vida encerrada estudiando para labrarme un futuro, privándome de relacionarme con mundos (y hombres) desconocidos? ¿Si me hubiera dedicado a la vida social tendría ahora más amigos y ganaría más que mi mujer? Estos enigmas de la existencia son inefables, pero me llevan a un aforismo por mí tantas veces repetido: ¡Pa tó hay que tener suerte en la vida!
lunes, 12 de marzo de 2007
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5 comentarios:
Joder, joder!! Que cantidad de aficiones. Se te olvida la "antiliga",que, en mi opinión, es distinta a la afición de fútbol.
Lo que no sé es cómo se le ha pasado este importante detalle al homenajeado. Tienes razón.
Vaya, yo creo que necesitaría varias vidas para realizar todo eso. Qué envidia sana saber tantas cosas, sobre todo, tantas aficiones activas. Algunas no sé ni lo que son!!!! Yo, igual que mi querida narrattrice, me incorporé tarde a algunos hobbies activos y adolezco de bastante torpeza para los deportes y juegos colectivos. En fin, menos mal que siempre nos quedará la lectura y el cine...
je ejje seguro que se olvida algo....fri echale una mano.
buff
La lista esta bastante completa, pense que te quedarias mas, tengo el privilegio de haber practicado muchas de esas con el. Asi a bote pronto no he visto el monopatin, maquinas recreativas, y yo haria algunos grupos: Juegos de Mesa porque te faltan algunos, y Juegos de calle, que hemos jugado a todos.
Tambien se te olvida que a todo eso somos los mejores.
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