Hablando de literatura... y de experiencias psicotrópicas (lo digo por lo de los monguis), a ver si esta segunda cuestión literaria os atrae algo más. Uno de los aspectos más llamativos del lenguaje literario es el empleo de figuras retóricas, que son recursos que desvían la lengua literaria del uso normal y cotidiano, consiguiendo efectos sorprendentes. El recurso expresivo más popular es la metáfora, que consiste en asociar dos términos lingüísticos por la semejanza estética que pueda existir entre sus referentes. Así, el canon de la belleza femenina en los Siglos de Oro se reflejaba, en la poesía lírica, en metáforas recurrentes como: cabellos de oro (por el rubio); las perlas de la boca (por la blancura de los dientes) o el clavel temprano (por el rojo de los labios), asociando cada pareja de términos por los colores de los dos objetos que se comparaban.
A principios de siglo XX, el Modernismo impuso una estética melódica y cuajada de recursos fónicos, semánticos y sintácticos que evocaran a los cinco sentidos: colores luminosos (vista), música instrumental (oído), terciopelos y sedas (tacto), frutas y dulces (gusto) y flores perfumadas (olfato). En esta eclosión sensorial, tuvo gran éxito una figura retórica que consistía en asociar dos impresiones que se perciben por diferentes sentidos. Así, Juan Ramón Jiménez hablaría de "una caricia rosa" (tacto/vista); Rubén Darío, de "sonoro marfil" (oído, tacto).
En la lengua de uso común, es habitual emplear también este recurso, que es de una expresividad enorme, y por eso calificamos a un amarillo muy intenso como de "amarillo chillón".
Este recurso no afecta solamente al campo literario. El término está tomado de una sensación semejante producida por ciertas drogas alucinógenas, a las que los modernistas y simbolistas eran muy aficionados. De esta manera, podían ver un rojo con mayor intensidad, si percibían un sonido muy agudo; o apreciar un sabor como mucho más dulce si tocaban una superficie suave.
Algunos estudios revelan que, en el caso de los sonidos, éstos no son asignados a los objetos (percibidos por la vista o el tacto), por parte de los hablantes de una lengua, tan arbitrariamente como Saussure pensaba. En un conocido experimento psicológico, se pidió a los encuestados que dijeran cuál de las dos siguientes figuras se llamaba Booba y cuál Kiki. El 98% de los preguntados coincidió en sus respuestas. Y tanta coincidencia no puede ser casualidad. O sea, que tras lo que se puede considerar una percepción anómala, debe subyacer una explicación psicológica que, de momento, se me escapa.
1ª) Pregunta (dejaos llevar por la intuición): ¿A cuál de ellas asignarías cada nombre? Yo, desde luego, lo he clavado.
2ª Pregunta: ¿Cómo se llama este recurso literario y percepción sensorial a la que hemos estado aludiendo? ¿Conocéis algún otro ejemplo?
Moderaré los comentarios para ver si coincidís en vuestras respuestas.
A principios de siglo XX, el Modernismo impuso una estética melódica y cuajada de recursos fónicos, semánticos y sintácticos que evocaran a los cinco sentidos: colores luminosos (vista), música instrumental (oído), terciopelos y sedas (tacto), frutas y dulces (gusto) y flores perfumadas (olfato). En esta eclosión sensorial, tuvo gran éxito una figura retórica que consistía en asociar dos impresiones que se perciben por diferentes sentidos. Así, Juan Ramón Jiménez hablaría de "una caricia rosa" (tacto/vista); Rubén Darío, de "sonoro marfil" (oído, tacto).
En la lengua de uso común, es habitual emplear también este recurso, que es de una expresividad enorme, y por eso calificamos a un amarillo muy intenso como de "amarillo chillón".
Este recurso no afecta solamente al campo literario. El término está tomado de una sensación semejante producida por ciertas drogas alucinógenas, a las que los modernistas y simbolistas eran muy aficionados. De esta manera, podían ver un rojo con mayor intensidad, si percibían un sonido muy agudo; o apreciar un sabor como mucho más dulce si tocaban una superficie suave.
Algunos estudios revelan que, en el caso de los sonidos, éstos no son asignados a los objetos (percibidos por la vista o el tacto), por parte de los hablantes de una lengua, tan arbitrariamente como Saussure pensaba. En un conocido experimento psicológico, se pidió a los encuestados que dijeran cuál de las dos siguientes figuras se llamaba Booba y cuál Kiki. El 98% de los preguntados coincidió en sus respuestas. Y tanta coincidencia no puede ser casualidad. O sea, que tras lo que se puede considerar una percepción anómala, debe subyacer una explicación psicológica que, de momento, se me escapa.
1ª) Pregunta (dejaos llevar por la intuición): ¿A cuál de ellas asignarías cada nombre? Yo, desde luego, lo he clavado.
2ª Pregunta: ¿Cómo se llama este recurso literario y percepción sensorial a la que hemos estado aludiendo? ¿Conocéis algún otro ejemplo?
Moderaré los comentarios para ver si coincidís en vuestras respuestas.
7 comentarios:
Para mí, la primera figura (estrella) se llamaría Kiki y la segunda (especie de flor) se llamaría Booba.
Besos
1ª- Yo tengo claro que llamaría booba a la figura de color morado y kiki a la medio estrella esa chunga de color amarillo.
Fonéticamente la letra i es aguda, la palabra kiki se podría decir que tiene un sonido agudo y por eso lo asociaríamos al amarillo chillón, vamos digo yo, o por lo menos así lo entiendo yo.
2ª No tengo ni idea, podría buscarlo en google y seguro que algo sacaría en claro, pero no tengo mucho tiempo.
Por cierto, "el Johnny" es un auténtico crack en eso de las metáforas, jajajaja.
Kiki el de la estrella y boba el azul. Lo otroigual lo contesto luego cuando tenga tiempo para echarle un vistazo en el google, jajajaja.
Para mí, Kiki es la primera, la naranja más picuda. Booba es la segunda, la morada más redondeada.
El recurso literario creo que es la sinestesia.
"Es de oro el silencio", en el poema "Hora inmensa" de Juan Ramón Jiménez.
Kiki el narajan así estrellado y el otro Booba así a lo splash!
Letra i aguda?. Si te digo yo porq le he puesto Kiki a la estrella...
Jajajajajaj Veis como todos coincidimos? Desde luego que el Mario está puesto en esto de la Lengua, porque su razonamiento es acertadísimo.
Y me viene a la memoria un soneto de Góngora sobre una dama que se pincha un dedo con una aguja. ¿Y sabéis cuál es el sonido que más se repite a lo largo de todo el poema (aliteración)? Pues la "i", por el sonido agudo del chillido que debió de pegar la protagonista, y porque la propia grafía ya evoca la forma de la aguja. Es curiosa la literatura, ¿no creéis? Por cierto, el título es, por si tenéis curiosidad: "Poema De Una Dama Que, Quitándose Una Sortija, Se Picó Con Un Alfiler"
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